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Cuando volvamos a casa

Cuando volvamos a casa

Un estadio se convierte en un edificio extraño cuando no hay actividad. Cuando no hay ni tan siquiera un calendario definido, una fecha, la fecha, la maldita fecha de regreso, entonces un estadio se convierte en un edificio sospechoso, como abandonado, extirpado su uso, desgajado del ritual. Un salón sin muebles, sin sofá. El murciélago hiberna solo en Mestalla.

Por eso, antes del confinamiento, el Valencia-Atalanta fue el epílogo, la despedida programada. A nosotros sí nos avisaron un día antes de que el mundo entraba en pausa. Solo que estábamos más ocupados en pensar por qué el partido no era a puerta abierta. Es una de las lecturas más rápidas: nuestro ombliguismo, ver en el césped la cartografía de la realidad, puede nublar la vista. Claro que la decisión de cerrar Mestalla se emparentaba con múltiples decisiones incongruentes (mascletà, concentraciones€). Pero claro que era necesario, apropiado, no apilarse en un estadio. Nos equivocábamos. Que nos sirva para cuando -por efecto comparativo- volvamos a creernos víctimas de un complot.

Y no, este trance no nos hará mejores, no nos hará aprender del desvarío, no será un pasaje terapéutico porque, cuando volvamos, volveremos con los mismos hábitos. Pero hace pensar. Hace pensar en todo el tiempo perdido convirtiendo los partidos de local en una rutina desprovista de aquello básico: ir a Mestalla como celebración propia. Si de algo se trata es de compartir una misma costumbre, no tan solo de asistir a una disputa entre propios y ajenos. Por la inercia, perdimos lo que ahora buscamos sin encontrarlo.

Asediados por un sinfín de desdichas corporativas, quizá la respuesta está en nosotros mismos. Ante el repelús de quienes eligen Mestalla en función del nivel del rival, la capacidad de elegir Mestalla como el partido propio.

La melancolía de lo que está por venir. El día uno tras la tormenta, el mayor atractivo en Mestalla debe ser celebrar la vuelta a casa. Con el equipo y todo su estadio repleto haciendo el pasillo a un buen puñado de médicos tras la batalla.

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