Sevilla fue broche de oro y hoy es epílogo. Hace poco más de un año, el Valencia se proclamaba campeón de Copa en el Villamarín con Marcelino, Mateu Alemany y Parejo como figuras. Poco o nada de todo aquello queda en el club y menos todavía quedará después de esta noche, en sentido literal y metafórico. En el Sánchez Pizjuán se cierra una etapa. Para siempre permanecerá el título y la huella inalterable de los protagonistas en el tiempo. En breve habrá un nuevo entrenador, entradas y salidas importantes. Parejo está ante su último partido como valencianista, no hay vuelta de página.

Toca fin de ciclo, con la Europa League en juego. Un objetivo menor comparado con la Liga de Campeones, pero sustancial en la planificación, en la expectativa del proyecto y a nivel estatus. Después de Leganés todo suena a milagro interestelar. El Valencia necesita que todos los astros se alineen, necesita ganar -que es lo más difícil- y necesita que Real Sociedad o Getafe la pifien ante Atlético de Madrid y Levante. El Sevilla, con la Champions asegurada, sólo se juega ser tercero cuarto.

La regeneración será el tema a partir de mañana y promete haber sorpresas. La Europa League cuenta y los futbolistas son conscientes del objetivo. Otra cuestión son las ganas en un contexto tan complejo, el circuito físico-mental-emocional. Competir bien es ciencia ficción y se ha visto en el pre y en el postconfinamiento. Superar al Sevilla es difícil y en esta situación más todavía. El Valencia viene de ganar dos temporadas seguidas en el Pizjuán, pero era otro Valencia; luchaba por la Champions. En el Sevilla faltaba su pope. Monchi es en Nervión, lo mismo que el Cholo Simeone en el Atlético; es la figura que da sentido a todo, es la figura que falta en el Valencia, carente de un líder estructual y espiritual. El salto es un abismo.

El fútbol es una ciencia distinta, contraria a la lógica. Siempre nos quedará Sevilla, principio y final. Pase lo que pase, el escudo sigue, la afición sigue y el club sigue. Europa todavía es posible y el futuro puede ser mejor, aunque pinte a muerte.