Amadeo Salvo, culpable directo de la situación catastrófica del Valencia, deportiva y económicamente, ha tenido la osadía de salir a la palestra a blanquear su nombre. En lugar de cantar la palinodia ha tenido la desfachatez de cargar contra Peter Lim, a quien promocionó para que adquiriera la mayoría de las acciones de la sociedad que estaban en poder de la Fundación. Salvo y Aurelio Martínez deben a pequeños accionistas, abonados y seguidores del Valencia una petición de perdón, el que desde la moral cristiana, incluso a los delincuentes se concede. Ellos, y otros congéneres, llevaron a puerto la operación financiera que ha puesto a la entidad en la más precaria de las situaciones.

Desgraciadamente, Salvo y Aurelio no son los únicos culpables porque en aquella operación de desmantelamiento del club intervinieron otros promotores cuyos nombres quedaron ocultos. Lim ha tenido como único mérito el lograr que algunos de los culpables quedaran casi en el olvido. En el desmantelamiento de un club centenario hubo participantes por activa y pasiva que ayudaron al desastre final. En el Ayuntamiento se presionó porque se quería que el Nou Mestalla se acabara. Todas las entidades oficiales con representación en la Fundación mostraron su apoyo a la indigna propuesta liderada por Salvo.

Cuando Lim adquirió las acciones, el Valencia no estaba en bancarrota, no estaba junto al precipicio de la desaparición, ni del descenso de categoría ya que era participante en Liga de Campeones. Los anteriores mandatarios habían conseguido reducir la deuda de 530 a 350 millones de euros. Las prisas no eran por vender. Era la Generalitat, gobernada por Alberto Fabra, la que tenía urgencia por quitarse de encima el aval que había firmado. Desde la Generalitat, con Pepe Císcar, mano derecha de Fabra, se urgió a que se resolviera el problema del aval. En la votación a favor de la venta a Lim la Generalitat estuvo a favor. La Fundación, que era la entidad que daba la cara por la Generalitat, hizo lo posible por solventar lo que para ellos era un problema.

El club tenía pactado con Bankia el programa para ir devolviendo la deuda. Con las prisas se puso el club en almoneda y surgieron posibles compradores. En el Atlético había sido prestamista Peter Lim, pero Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo no lo quisieron como accionista, lo que pretendió a cambio de los 22 millones de euros que había prestado. Le devolvieron los euros y se quedaron con la paz y en la gloria. Por aquel entonces, había un señor, Wanda Juanlin que, de acuerdo con su gobierno, patrocinaba una especie de Erasmus de niños chinos que «estudiaban futbol» en las canteras del Valencia, Villarreal y Atlético de Madrid, Wanda quería comprar y puso su mirada en el Valencia.

Frente a éste hubo un grupo, Cerberus, con capital estadounidense, a cuyo frente en los diálogos figuraba José María Aznar Botella, que ofrecía mejores garantías. Con la aparición de Wanda se retiraron porque consideraron que no podían competir económicamente con el promotor chino.

En el momento inoportuno apareció Amadeo Salvo patrocinando a Peter Lim, el hombre que le prometió la presidencia del Valencia. Amadeo, que ahora se ha puesto digno y acusa a Lim de todos los males, de los incumplimientos, de las falsas promesas y de la caótica situación de la sociedad, fomentó apoyado en Aurelio Martínez, que presidía la Fundación, la candidatura del de Singapur. Según me confesó hace ya años un miembro de la Fundación, entre el primer papel en el que se exponían las condiciones de la venta de las acciones y el que finalmente firmaron había notables diferencias. Este señor promovió la firma de unos cuantos miembros de la Fundación para denunciar lo que había ocurrido y no encontró apoyo suficiente para hacer una manifestación pública de su protesta por lo sucedido. De esta operación surge una pregunta: ¿Era imposible vender un porcentaje de las acciones o fue obligado el 80, por ciento? También Salvo favoreció esta perversa operación..

Ahora ha sido Salvo quien ha querido recuperar protagonismo. Lim no lo sostuvo en la presidencia del club, porque quería mandar, pero su salida del cargo no le supuso gran disgusto porque en ello no hubo quebranto económico, salvo que tampoco Lim le compensara económicamente como esperaba. Con Aurelio no tuvimos problemas para acomodarlo ya que acabó siendo la autoridad portuaria de Valencia.

Los citados, más alguno que también tuvo protagonismo incluso mediáticamente, deberían haber salido a dar la cara. Salvo tiene menos credibilidad todavía que Lim. Con su inesperada salida de pata de banco no se exculpa. No puede tener el perdón de sus pecados porque no lo ha pedido. El valencianismo debe entender sus declaraciones como un brindis al sol. No tienen valor alguno, ni documental, ni sentimentalmente. No me queda otra salida que recordar aquella frase del Emérito que en este caso también es oportuna. ¿Por qué no te callas?