Gaspar Romero

Abogado. Socio del Valencia CF desde su mismo nacimiento (1988), Romero ha tomado el testigo de su abuelo, directivo con Vicente Tormo, y su padre, auditor y voz combativa. Defensor de la democratización del club, su fiscalización de la gestión de Lim ha llamado la atención del New York Times y el Financial Times.

En la entrevista a New York Times, usted desveló que padece la pesadilla de imaginar el Valencia que deje Peter Lim como un club zombi.

La esencia de un club de fútbol es la de competir, y particularmente la afición del Valencia es ambiciosa. Peter Lim en sus declaraciones te está diciendo que es capaz de condenar al Valencia al ostracismo y a la mediocridad. No va a solucionar los problemas esenciales del club, de ajustar la cuenta de resultados y de planificación deportiva. Y luego reconoce que pone al club a su servicio, en lugar de ponerse él al servicio de la entidad.

¿Cómo puede sobrevivir un club que con Lim acumula 103 millones de pérdidas a pesar de contar con un beneficio neto en ventas de jugadores de 220 millones?

Ese modelo tiene un recorrido corto. Lim vino con una deuda de 355 millones y un fondo de maniobra negativo de 86 millones. A 30 de junio de 2020, la deuda es de 447 millones, con un fondo de maniobra negativo de 163 millones. Con Lim, el Valencia pierde 47.000 euros al día. Y estás vendiendo activos, los mejores jugadores, al precio que marca el mercado sin que sean decisiones deportivas o de club, desde Otamendi hasta Ferran, para sobrevivir. Hay un proverbio que dice que si estás en un hoyo y quieres salir, lo primero que debes hacer es dejar de cavar. El Valencia sigue cavando con un desequilibrio absoluto en la cuenta de resultados, que no está ajustando. No ajusta los gastos a los ingresos. Y así no hay forma de salir. Aunque se hiciesen ampliaciones de capital. Las absorbería de inmediato. Sencillamente no puede sobrevivir.

Las tres últimas auditorías alertan de que el máximo accionista debería auxiliar al club. En cambio, en vez de invertir, su reacción es la de asegurarse el retorno de los 54.5 millones prestados.

Los auditores lo que hacen es poner en duda el principio de empresa en funcionamiento. El Valencia ya no tiene viabilidad por sí mismo para continuar en esta dinámica. Y le piden al accionista mayoritario que manifieste expresamente su apoyo al club. Y, además, examinan su capacidad para hacerlo. Por un lado, Meriton Holdings es una sociedad que se constituye ex profeso para adquirir el Valencia y de la que no sabemos sus activos. Por otro, se garantiza su deuda con los derechos de los jugadores, de los que tiene la capacidad de determinar su venta, y por otro lado los derechos de televisión, que es el valor más seguro del mundo del fútbol.

Es una garantía de retorno líquido, respecto a otras hipotecas, y con vencimientos a corto plazo.

El Valencia tiene una serie de vencimientos de junio a diciembre que muy difícilmente va a poder cumplirlos (por valor de 127 millones) y Lim tendrá un problema si atiende su préstamo y deja de pagar a los acreedores. Eso es fundamental. Hay que remarcar que al llegar al club abre dos líneas de crédito, de 100 y 80 millones, de las cuales el club va disponiendo y que acaba capitalizando. De la segunda línea de crédito, que quedaban más de 40 millones pendientes, la cancela. La suma de los 54 viene de los 38 dispuestos más los 16 que presta el pasado verano. Con vencimiento a un año y siendo el accionista mayoritario, sabe que el Valencia no lo va a poder afrontar. Y el Valencia el año pasado ya no pudo pagar a los jugadores y acudió a los pagarés y a un confirming para poder pagar. Ha cortado el grifo, pero garantizando su deuda.

¿La fricción de Lim con los préstamos, al ser acreedor y máximo accionista, tiene recorrido judicial como conflicto de intereses?

Sin duda. Es accionista mayoritario y es de hecho administrador del club. El Valencia tiene un consejo de administración, que pinta poco. Cuando hay que tomar una decisión, el presidente, los capitanes o el entrenador se van a Singapur. Lo que te dice la Ley de Sociedades del Capital, la Ley Concursal y el Real Decreto de las SAD, es que los créditos del accionista mayoritario y de los administradores es subordinado. Si el club entra en insolvencia, las últimas personas en cobrar son las que han tenido un control directo sobre la gestión del club. Si él se garantiza su deuda no pasa nada, mientras el club atienda al resto de acreedores. En cuanto el club deje de atender esos compromisos para atender a los del máximo accionista en una situación de insolvencia, tendrá un problema. Es posible que hayamos pasado del terreno de juego mercantil al penal.

¿Estamos a las puertas de esa declaración?

No es necesario entrar en concurso para estar en esa situación. El Código Penal habla de situación de insolvencia actual o inminente, sin necesidad formal de estar en concurso. En el Financial Times ratifica lo que los hechos constataban ya. Va dando pasos. Corta la línea de crédito, presta lo justo para poder sobrevivir, lo que presta lo garantiza con todo lo que tenga la entidad y encima dice que lo hace para protegerse ante un «default» del club. Ya anticipa ese escenario.

No parece una estrategia de huida para ganar tiempo, sino de querer acelerar la colisión.

Lim no está pidiendo un precio por las acciones, está pidiendo un rescate. Con cada venta o cada incumplimiento con el estadio, es como si nos enviara un dedo. Y lanza un pulso a las instituciones y al valencianismo al estar dispuesto a dejar caer al Valencia. A vivir con lo justo y si con eso no da, que pase lo que tenga que pasar. No podemos elegir cuándo nos declaran la guerra, sino asumir que ya tenemos este conflicto. Ha dejado claro que para él, el Valencia y el sentimiento que heredamos de nuestros padres no significa nada. Sabe que el club no tiene el valor de mercado que él pide por sus acciones. Como no tiene ese valor económico, el valor es emocional. Y por eso apela a nuestra desesperación. Pero la historia de Lim en el Valencia ha terminado. Lo que no sabemos es la fecha.

Con una plantilla debilitada y un mercado paralizado por el Covid, el leit motiv de Lim pierde su razón de ser ¿Le desencanta, no solo el Valencia, sino el propio fútbol?

Que explique por qué ha perdido ese interés. Si el interés era tener un activo trofeo para sentarse a la mesa en determinados ámbitos, no es por lo que ha hecho aquí, es por lo que los valencianistas construimos antes de su llegada, pese a que nos acuse de que los valencianos lo llevamos a la bancarrota. Su gestión le aleja de seguir en esos ámbitos. Se le olvidó decir que antes de venir aquí, se dedicaba a los derechos económicos de los jugadores, junto con Mendes. Cuando la FIFA lo prohibió, buscaron un sitio en el que seguir desarrollando este negocio, encontraron al Valencia, han hecho y deshecho a su antojo con 965 millones en comprar y vender jugadores, la situación económica ha ido a peor y el debilitamiento de la plantilla te aleja de todos los recursos económicos. Si es un hombre de negocios y el negocio ya no es rentable, lo más sensato es que lo abandonara. El debilitamiento de la plantilla es tal, que ya queda poco por mover, y con la crisis se va al intercambio de jugadores para absorber salarios.

¿La clase política, a la que Martín Queralt empieza a marcar de cerca, se va a mantener firme?

Espero que sigan firmes, porque prorrogar la ATE o hacer concesiones a esta gente, será prorrogar el problema. Hay que recordar que ni un solo valencianista le vendió sus acciones a Lim. Fue la Fundación. Si ese comprador no ha respondido ni asumido ningún compromiso y se está burlando yendo a la Generalitat sin papeles y con excusas de mal pagador, quiero que se aplique la ley y protejan a la esencia del Valencia y no a sus dirigentes, sin ningún interés en cumplir nada.

¿Le sorprendió el éxito de la manifestación?

Fue un orgullo. Hubo una demostración de fuerza, de amor propio y de coraje del valencianismo. No podemos elegir el momento en el que vivimos. Hubo una generación que creó el Valencia y otra lo hizo grande. A la nuestra le toca luchar para recuperarlo. Y que vuelva a ser lo que siempre fue. Y sentirlo como propio. Así que enhorabuena a los asistentes. Fue una enmienda a la totalidad. No solo de la gestión. No queremos que el Valencia vuelva a servir al interés, el ego o el negocio de nadie. El Valencia es un fin en sí mismo. Y quien venga deberá coadyuvar a ello.

¿La llamada «Primavera de Mestalla» puede llegar a ser un modelo inspirador en un fútbol que en otros países empieza a buscar la reversión de las mayorías accionariales?

El valencianismo luchará con los elementos que tenga. Si puede ser un modelo o ejemplo, bienvenido sea. Es un movimiento de reacción. Si hay tanto interés de fortunas, de negocios y de la industria es por lo que construyeron los aficionados al fútbol, desde su esencia más primaria. No constituimos el club como un espectáculo, pero es tan grande y tan bonito, que ha acabado captando el interés de terceros, que se han servido de ello. Hay un gran movimiento europeo que ante el sentimiento de orfandad, mercantilización, está actuando. Los aficionados deben volver a ser los propietarios, que los clubes sean una consecuencia de sus decisiones. Es un punto de no retorno.

¿Este movimiento reactivo puede consolidarse como una base próspera de club y un relevo de dirigentes?

Qué duda cabe que la necesidad hace que cada uno saque lo mejor, por el mero instinto de supervivencia. Esto no lo hemos elegido. Nos mintieron tanto y nos duele mucho ver al Valencia tan mal, que luchas para protegerlo. Esa fuerza que tienes que sacar ante un dragón tan grande hará algo. No sé si futuros dirigentes, porque ya veremos cómo vienen dadas. Pero sí espero que sirva para que la afición esté plenamente involucrada, que fiscalice la gestión.

Usted procede de una reconocida estirpe valencianista, su abuelo fraguó la directiva de Tuzón. ¿Le gustaría ser dirigente?

Soy una persona que siempre he manifestado mi preocupación por la situación del Valencia. Como a cualquier valencianista, poder contribuir al futuro y a la bonanza del club sería un motivo de orgullo.

¿Y qué solución propondría?

La mejor solución es a venta de las acciones. Pero el comprador debe saber que es un vehículo para devolver el club a los auténticos propietarios, la afición. Y hacerlo sin coste o con el menor posible. El comprador debe recuperar el 100% de su inversión. Hay fórmulas: emisión de obligaciones, amortización de acciones según la cuenta de resultados... Y el descuento en el pase debería ser por participar en las Juntas, no por la mera tendencia. Es necesario que el socio se involucre en la toma de decisiones.

¿Y el estadio?

La situación actual no te permite tener un campo en propiedad. La solución lógica pasa por vender el campo de la Avenida de Corts Valencianes, que el comprador acabe la construcción e irte allí alquilado con una opción de compra. El dinero de la venta permitiría ajustar la deuda a cifras razonables, invertir deportivamente. Con Mestalla liberado, vendes el viejo campo a mejor precio. Hay que invertir la perspectiva inmobiliaria, no existe, tal y como la están planteando.

Y hay una devastación de efecto no contable. De recuerdos, tradiciones, historia y orgullo.

El Valencia es como una de esas plantas que crecen en el desierto. Es tan grande, que en cuanto nos den una mínima gota de agua, el Valencia volverá a florecer. Su esencia está muy arraigada en la sociedad. Si ha habido desafección, ha venido provocada por el dolor. No se trata solo de competir, se trata de servir. Va a ser muy difícil que nos sintamos identificados en la figura de otro gran máximo accionista.

¿Se ha aprendido la lección? ¿No habrá otra lluvia de pétalos como la de 2014?

Espero que no ocurra. Además, Lim no está facilitando la papeleta a quien venga por detrás. Nos dejará un club en una situación económica terrible, una crisis deportiva de la que necesitarás gestión y una desafección social enorme. Ese legado nos hará desconfiar de un perfil de accionista similar. El valencianismo sabe lo que quiere, pero debe ponerle nombre. Competir, pero no a cualquier precio, y sentirse propietarios del club.