Las peores pesadillas son las que se concentran en pocos minutos. En tres minutos el Real Madrid remontó en Mestalla. Y apenas veinte terribles minutos duró la que sufrió el Valencia en el Sánchez Pizjuán contra un Sevilla que con tres fulminantes goles rompió el hechizo del gran inicio de temporada del equipo de José Bordalás con un durísimo golpe de realidad para recordar la distancia entre los dos clubes. Víctima de errores grotescos, la distancia fue insalvable para un Valencia que reaccionó con el orgullo innegociable que ha adquirido con su nuevo técnico, pero sin capacidad de agitar un partido muerto. La segunda y dolorosa derrota consecutiva de un bloque huérfano de sus capitanes, al que le espera otra prueba de madurez contra el Athletic Club,

Instalado desde el comienzo del proyecto de Bordalás entre estímulos positivos, de crecimiento y de regreso competitivo, el baño de realismo recibido en los 20 primeros minutos dejó abrumado al Valencia en el Sánchez Pizjuán. El Sevilla, con una contundencia a la altura de la calidad de su plantilla, castigaba sin compasión cada error. Cada parpadeo dubitativo de los visitantes se traducía en un gol en contra, para devolver al valencianismo a un escenario desolador que creía haber dejado ya atrás.

Cada golpe venía en jugadas sencillas, de pocos toques y facilitadas en errores letales de coordinación. Un regalo demasiado goloso para que lo desaprovechase un Sevilla impulsado desde el centro del campo por la exuberancia de Papu Gómez. Del exmediapunta de la Atalanta fue el primer gol, precedido por un terrible cambio de orientación de Daniel Wass, que generó una contra fulminante con aroma argentino. Corta Montiel, filtra Lamela y remacha por el palo corto el Papu, que aprovechó el generoso ángulo de portería que le ofrecía un Mamardashvili descolocado. El meta georgiano vio como llegaba la tarde en la que se rompía el idilio en el que se había convertido su experiencia en Mestalla. A los 15 minutos, un centro de Montiel desde la derecha rebotaba en la espalda de Lato. El traicionero efecto de la pelota en el momento de caer mansa al césped engañó a Mamardashvili, y a sus dos metros de altura, consumando un gol de chiste. El mismo equipo que había plantado cara al Real Madrid nadaba a contracorriente, a merced de la superioridad constante del Sevilla en la medular. El tercer acto de la pesadilla llegaba en el minuto 21, en un balón largo en el que Rafa Mir ganó la espalda a Alderete, con el que se las había tenido tiesas en un par de choques. El delantero del Valencia vio la media salida de Mamardashvili, que a esas alturas era un chaval de 20 años con una terrible nostalgia del hogar de Tibilisi, para batirle en una media vaselina.

Picado en su orgullo, el Valencia fue metiéndose en el partido con ímpetu en los balones divididos, avanzando metros, con incursiones prometedoras imaginadas por Gonçalo Guedes sin el idóneo acompañamiento y obligando al Sevilla a responder con señales impropias de un equipo que iba ganando 3-0, con acciones debatibles de VAR como una coz de Lamela a la cabeza de Lato. Justo antes de la pausa de hidratación, una falta lateral botada por Guedes, cuyo rechace caza a gol, con la pierna izquierda lesionada, Hugo Duro, favorecido por un rebote en un zaguero local.

La debacle mayúscula iba derivando en un escenario engañoso, con numerosas faltas y un estado de nervios que invitaba a pensar que, con un gol más, se podría pensar en una remontada. Tras el paso por vestuarios, Bordalás introdujo a Yunus por Jason y a Diakhaby por un Alderete que había rozado la expulsión en la primera parte. El Valencia mejoró, se movió con más aplomo y sabiendo proteger el área de un Mamardashvili que entró en calor con un par de intervenciones. En una pared entre Foulquier y Yunus llegó la primera aproximación seria, aunque el lateral francés llegó forzado al disparo.

Lopetegi resoplaba en el área técnica y quiso apagar las brasas con su lujosa profundidad de banquillo. Entraron En-Nesyri, Rakitic, Delaney y Navas para recordar la diferencia cada vez más grande que separan a dos clubes que durante la pasada década fueron rivales directos. Por contra, Bordalás refrescó al equipo con lo que tiene, con Marcos André, primer fichaje en dos años, y con el canterano Koba. De hecho, que Guedes, el mejor de los valencianistas, fuera sustituido, es una señal que hay que interpretar en la prudencia del técnico alicantino para dosificar a sus contadas joyas. Si en el Sevilla se lesionaba Fernando, Gudelj era el sustituto de primer nivel.

El partido se consumió lentamente, como una candela desgastada, con una digna competitividad visitante, pero sin llegar a agitar la contienda, sin más emoción que los centros al segundo palo de Jesús Navas. A la dura semana le queda un tercer peaje: el regreso de Marcelino García Toral a Mestalla con el Athletic.