La debilidad defensiva continúa lastrando todo el trabajo y las aspiraciones de un Valencia bloqueado en LaLiga, anclado en tierra de nadie con 30 puntos y ya 42 goles encajados, en solo 25 partidos. La alarmante cifra ya entra en el Top Ten histórico de más tantos en contra, concretamente en la posición número 9. Un ranking, elaborado por el portal estadístico Ciberché, en el que la peor temporada es la 85-86, la del descenso, con 50 goles en contra. Le siguen campañas en las que había un fútbol más primitivo de muchos goles a favor y en contra (47 en la 48-49, 46 en la 54-55, 45 en la 63-64, 44 en la 50-51 y 51-52) o temporadas de crisis profundas. A estas alturas, el Valencia había recibido solo un gol más, 43, en años de ingrato recuerdo: en el curso 82-83, en el que se salvó la categoría en la última jornada, y en la 2016-17, en la que desfilaron por el banquillo Pako Ayestaran, Cesare Prandelli, Gary Neville y Voro González y en la que el Valencia acabó con 65 goles entre sus redes. Es decir, dos de los peores promedios históricos ya están en el cajón de Peter Lim y Meriton Holdings.

Ni la llegada de un técnico de vocación defensivista como José Bordalás ha llegado a atajar la sangría. El técnico alicantino, en un tono de marcada resignación, apuntaba tras los cuatro goles recibidos ante el Barcelona a las limitaciones estructurales del equipo, y que afectan a la planificación y al modelo de club instaurado en las últimas temporadas por Peter Lim. Si bien es cierto que la plantilla actual del Valencia ha tenido mayor oxígeno inversionista tras dos años sin fichajes, y que se ha obedecido a varias peticiones expresas del entrenador, la confección final del equipo después del mercado de invierno ha acentuado la asimetría del proyecto. El Valencia es un bloque todavía más joven, se ha incorporado a futbolistas de un talante ofensivo (Bryan Gil, Ilaix Moriba) y no se ha reparado en la petición, casi súplica, de Bordalás de equilibrar con más veteranía y oficio al equipo.

Es más, la salida de Daniel Wass, que cumplía con los parámetros de experiencia y versatilidad, no ha sido repuesta.

Al debate de si Bordalás puede extraer más jugo con la materia prima disponible, las propias rachas positivas del Valencia en esta temporada, y su buen nivel en momentos puntuales, demuestran que sí. Sin embargo, es un equipo que por su bisoñez sigue acusando en exceso los estímulos negativos y los golpes emocionales de cada gol en contra. Tras recibir el primer tanto, en muchos duelos se tambalea y se expone al castigo definitivo. Ante equipos con la pegada y la eficacia de Barcelona, Madrid, Betis o Sevilla, las consecuencias han sido devastadoras. Ese defecto se explica en parte por las ausencias por lesión de un once que no ha gozado de continuidad, pero sobre todo señala directamente a la planificación de la plantilla y a la ausencia de perfiles clave.

Vueltas a la pizarra

Ante ese hándicap, Bordalás ha intentado remover alternativas tácticas, desde la defensa con tres centrales, a trivotes en la medular, a alterar el bloque de presión retrasando yardas, en busca del anhelado cerrojazo defensivo. Todavía no lo ha conseguido y en el regreso de la portería a cero está la solución para acabar la temporada con aspiraciones. Casi irremontable es la distancia europea en la competición de liga, pero la seguridad defensiva sí debe ser clave para eliminar al Athletic Club en las semifinales de la Copa del Rey y presentarse en una hipotética final con más garantías de éxito.