La edad o el estatus dentro de una plantilla no son indicativos de la probabilidad de victoria en una tanda de penaltis. Más que el DNI, pesan factores de tipo psicológico como el atrevimiento, la confianza, la sangre fría o la valentía para afrontar un lance así. De hecho, hasta el refranero futbolístico indica que es costumbre que la estrella del equipo desperdicie su penalti. Los italianos Baresi y Roberto Baggio fallaron desde los once metros en la final del Mundial de EEUU. O Mario Alberto Kempes erró su pena máxima en la victoria del Valencia en la tanda contra el Arsenal en la Recopa de 1980. En la derrota del Valencia en San Siro en la final de Liga de Campeones de 2001, el penalti mejor ejecutado ante Oliver Kahn fue el del lanzador más joven, John Carew, que entonces contaba con 21 años.

Con estas aclaraciones preliminares, en la tanda de penaltis de la madrugada del sábado al domingo en la final de la Copa del Rey, fue llamativa la gran diferencia de la media de edad entre el Betis y el Valencia. Una década, una entera generación, separaba a ambos conjuntos. Mientras que los verdiblancos optaron por sus jugadores más experimentados, el Valencia replicó con tres de sus líderes, los capitanes Gayà y Soler, más Guedes, y dos internacionales aunque sin tanto peso específico como Uros Racic y Yunus Musah. De los 32,6 años de media del Betis, a los 23,3 años de promedio del Valencia. No se recuerda una tanda final por un título con una asimetría de edad tan pronunciada entre dos clubes. La diferencia empezaba en la portería. Los 39 años de Claudio Bravo, frente a los 21 de Giorgi Mamardashvili, en su primera temporada en la élite europea y uno de los valencianistas más destacados en la final, pese a no detener ninguno de los penaltis. Todos los lanzadores del Betis, a excepción de Miranda, autor del tanto final que dio la Copa, superaban los 30 años: Willian José (30), los exvalencianistas Joaquín (40) y Guardado (35) y Tello (30). El más veterano del Valencia era Gayà (26 años), seguido por Guedes y Soler (25), Racic (24) y Yunus Musah (19).

Cada vez más joven

La edad de los porteros y los lanzadores, con una relevancia menor, sí es en cambio orientativa de las prioridades de los proyectos de ambos clubes. Por una parte, del Valencia es sabido el mensaje que, desde 2019, ha impulsado Meriton Holdings Limited, empresa poseedora de la mayoría accionarial, de apostar por los jóvenes, sin el necesario contrapeso de una base de jugadores veteranos, un perfil del que la gestión de Peter Lim recela, según ha afirmado el propio club en comunicados, por su excesivo coste y propensión a lesiones. Este factor, potenciado desde la conquista de la Copa en 2019, propició que el Valencia se presentase en la Cartuja con la alineación más joven de todas las dieciocho finales de Copa en las que ha comparecido.

El modelo de Meriton, bautizado en inglés como «Youth Policy», es inusual en un fútbol que tiende al equilibrio entre veteranía, experiencia y jóvenes valores. Así sucede en el Madrid con los incombustibles Modric, Benzema o Kroos, en el Barcelona que ha incorporado a Aubameyang y Alves y mantiene a Busquets y Jordi Alba para facilitar la transición a la élite de su nueva hornada de promesas (Pedri, Gavi, Nico…), y el Villarreal con Albiol, Parejo o Capoué. El mismo Valencia, en el pasado, ha sido ejemplo de ese equilibrio, en la etapa de los Carboni, Angloma, Milla o Djukic, que llegaron a Mestalla pasada la treintena pero que fueron decisivos en la consecución de los dos títulos de Liga (2002 y 2004).

Más veterano con los cambios

El Betis de Manuel Pellegrini se ajusta a ese molde. Futbolistas que abandonaron el Valencia hace años, como Joaquín (en 2011), Canales (2014) o Guardado (2014) siguen siendo importantes en un equipo trufado de veteranía y juventud y que, en el desarrollo del partido, fue incrementando su media de edad con los cambios conforme se avanzaba hacia el final del encuentro, se decidía un título muy ajustado y tocaba recurrir a la veteranía.