El Valencia volvió al trabajo después de la cruel derrota contra el Betis en la final de la Copa del Rey. José Bordalás y sus jugadores se reencontraron en la ciudad deportiva de Paterna todavía con las secuelas de una fatídica tanda de penaltis que tardarán en olvidar. Se notó en las caras de los futbolistas a su llegada a las instalaciones a primera hora de la mañana. La decepción y la tristeza inundó el rostro de todos. Los dos días de desconexión no fueron suficientes para ‘resetearse’ mentalmente y coger fuerzas para lo que resta de campeonato. El impacto fue muy duro, había muchas esperanzas depositadas en la final, y la realidad es que el equipo regresó al trabajo cabizbajo y con la sensación de no haber superado todavía uno de los episodios más tristes y más crueles de sus carreras deportivas. La Cartuja ha dejado huella. Esta vez para mal. Ayer todo eran caras largas. Como largo se puede hacer el último mes de temporada sin opciones europeas vía LaLiga. El Valencia se lo jugó todo a una carta y perdió abriendo una herida que todavía no se ha cerrado y que el vestuario tiene la obligación de que no vaya a más. Por muy difícil que sea el equipo tiene que mirar adelante. Bordalás y los capitanes lo saben y ya han lanzando un mensaje al grupo: «Hay que hacer un último esfuerzo».

El entrenador y los capitanes no han esperado ni un día para ejercer de psicólogos y levantar el ánimo de un vestuario que ahora mismo está por los suelos. Hubo charla en el césped antes de ponerse a prepara las últimas cinco jornadas de LaLiga contra Levante, Athletic, Betis, Espanyol y Celta de Vigo. Bordalás reunió a sus jugadores antes de comenzar el entrenamiento y animó al equipo a no lamentarse por lo que sucedió en Sevilla, levantarse rápido y sobre todo mirara hacia delante y acabar la temporada con buen sabor de boca y con un nivel competitivo alto. El gran problema es que el escenario hasta el 22 de mayo no invita al optimismo. El equipo está a diez puntos de la séptima plaza que ahora mismo ocupa el Villarreal y solo quedan quince puntos en juego. Aspirar a una plaza europea, aunque no está descartado de forma matemática, es prácticamente imposible. Tampoco ayuda que el futuro de la mayoría de la plantilla esté en el aire. Empezando por el propio entrenador. A Bordalás le queda un año de contrato, pero a nadie escapa que las diferencias con la propiedad son evidentes y que existe una cláusula de escape cada vez más habitual en los contratos de Meriton con sus entrenadores. El drama es que también los capitanes Gayà y Soler (acaban en 2023) se encuentran en una situación de incertidumbre similar, así como los cedidos.

Los capitanes son los primeros afectados, pero también son los primeros conscientes de la peligrosidad que supondría dejarse llevar hasta final de temporada. De hecho, ya han comenzado a trabajar en ese sentido. Los jugadores importantes ya han comenzado a pedir a sus compañeros un «último esfuerzo». La única lectura positiva en clave interna de la final de Copa (si es que existe) es que el Valencia se reivindicó como equipo y demostró de lo que puede ser capaz si saca rendimiento a sus armas. Los capitanes Gayà, Soler, Paulista y Jaume quieren que el equipo no se traicione a sí mismo y ya trabajan para ‘enchufar’ a los jugadores, acabar con el orgullo intacto y, aunque no sea fácil, dar valor a este tramo final de temporada.