¿Y ahora qué? Con Anil Murthy definitivamente apartado de la ecuación, al Valencia le aguarda una reconstrucción ardua en todos los niveles: el proyecto deportivo en un tercer año sin Europa, un mercado de fichajes con una abrumadora necesidad de ingresos, renovaciones estratégicas de capitanes y la continuidad de José Bordalás, el desbloqueo del reinicio de las obras del futuro estadio, así como la crisis reputacional por la imagen corporativa ante todos los actores a los que el propio comunicado del Valencia hacía ayer alusión: el arraigo en la sociedad valenciana y la relación con la afición, las autoridades gubernamentales y medios de comunicación. Una reestructuración en la que Peter Lim se está apoyando en el asesoramiento de Jorge Mendes y Layhoon Chan.

El descontento social es la otra gran asignatura en la reestructuración de Meriton. | FRANCISCO CALABUIG

Remontar el vuelo supone una enmienda a la totalidad en las decisiones y el estilo presidencialista de Murthy, dedo ejecutor de un modelo dictado por Lim y que pese a una deriva evidente en las últimas tres temporadas solo se ha corregido ante los excesos grotescos del diplomático singapurés. El futuro presidente deberá acometer cuestiones que en este momento penden cuesta arriba y a contrarreloj.

La cuestión deportiva es la más inmediata. Sobre esa pivotan las demás. Del cónclave de Singapur, en el que también estuvo presente Sean Bai, director general interino, no salió una decisión definitiva sobre José Bordalás, cuya continuidad será dictaminada por el máximo accionista. En el valencianismo se ha instalado resignadamente la sensación de que la próxima temporada se va a luchar por no descender a Segunda división. Una perspectiva pesimista alimentada por el propio Bordalás en sus últimas comparecencias. Se deberán afrontar las renovaciones de José Luis Gayà y Carlos Soler, dos banderas para el mestallismo que acaban contrato en 2023 y con unas negociaciones tan estancadas que el debate se había girado ya hacia una posible venta, con esa foto de Murthy y Joey Lim desplazándose a Barcelona a negociar con Joan Laporta. Sin la presencia de Murthy, la negociación gana algo de serenidad, aunque la necesidad de vender es la misma y los tiempos del club para atacar el mercado igual de lentos. En espera de «el ok de Lim», el Valencia ya ha vuelto a posicionarse tarde en el presente mercado de fichajes.

Estadio y el clima social

Igualmente enquistadas están las relaciones con las instituciones políticas para acordar el reinicio de los trabajos en Mestalla, finalmente detonadas con los audios de Murthy publicados por Levante-EMV y Superdeporte. Con las obras paradas desde febrero de 2009 (12 años de los que 8 son de la administración Lim) y con una Actuación Territorial Estratégica que ya ha iniciado el proceso para su caducidad. Más allá del cargo representativo de la presidencia, se necesitará pericia técnica para aproximar posturas con el Ayuntamiento y el Consell, además de replantear la base de un proyecto «low cost» que no cumple en estos momentos con los compromisos mínimos firmados con la ciudad de Valencia.

La herencia envenenada traspasa la previsión deportiva, la relación institucional y hunde sus raíces en el clima social, totalmente adverso para Lim y su delegación en València. Las tres manifestaciones en el espacio de un año han dejado claro que la exigencia de la hinchada es la de un cambio de modelo de negocio, no solo de un cambio en la cara visible de un mismo máximo accionista. Es más, la voluntad de las dos plataformas con más actividad, como Libertad VCF y De Torino a Mestalla, pasa por una reversión accionarial por la que el club pasara a ser controlado por sus socios.

A estas alturas, una parte de la masa social más influyente rechazaría hasta el traspaso a un otro máximo accionista, otro «dueño» de todo. Al futuro presidente debería servir unas dotes de persuasión que en el periodo Lim solo se han visto cuando se han delegado funciones ejecutivas, como en los dos años de cohabitación con Mateu Alemany y Marcelino García Toral.