La atmósfera de Mestalla no se acercaba a la expectación y ambición disparadas a la de presentaciones como las de hace justo 25 años, con voleas a la escuadra de Romario desde 30 metros. Las veladas festivas con los flashes de fichajes estelares han pasado a mejor vida en un Valencia metido en otras encrucijadas, desplazado de su hegemonía y a merced de los vientos de un mercado que no respeta ni que, a dos horas del reencuentro con la hinchada, se destape la venta de una de las últimas estrellas que quedan en la entidad, como Gonçalo Guedes. A un club jibarizado ha aterrizado Gennaro Gattuso, que como entrenador nunca ha conocido (ni ha elegido) un proyecto amable. En medio de una escasez que se acrecienta en una sociedad de deseos urgentes, el técnico calabrés presentó una declaración de inconformismo. Con medio once titular por rehacer, con la autoestima colectiva muy desgastada, con un club por reconstruir. Pero el Valencia de Rino, un tipo cabezota, no se resigna y planta cara al pesimismo con un estilo atrevido y elegante, con unas intenciones acordes a la exigencia de un club que lleva un siglo queriendo ser siempre protagonista. Y que quiere desbordar, llegar con cuatro efectivos a zona de remate y definir de tacón, como dibujó Hugo Duro para adelantar a su equipo frente a la Atalanta. El delantero madrileño rubricó en la segunda mitad la victoria en el Trofeo Naranja con un espléndido cabezazo. Un triunfo, más que para la esperanza, para persistir.

Gian Piero Gasperini recordaba el Valencia acomplejado de hace dos años, en una eliminatoria de octavos de final de Liga de Campeones en la que los bergamascos, con el entusiasmo propio del equipo que hace por primera vez historia, arrolló con un fútbol exageradamente ofensivo al timorato bloque de Celades. Pero cabe recordar que en aquella temporada en la Serie A, en número de remates, solo por detrás de la Atalanta se situaba el Nápoles de Gattuso. El Valencia replicó a la Atalanta con su propia medicina. A los 25 segundos Gayà había probado una chilena y a los 5 minutos, los valencianistas ya habían sumado tres remates. Acostumbrado a delegar toda la acción ofensiva en la inspiración de Guedes, en su carrera larga, frenada, recorte y disparo, sin el portugués en el campo el Valencia atacaba con frescura y referencias renovadas. Todos se atrevían, en una convicción férrea en la que el carismático Gattuso tiene mucha culpa. Desde la dirección de Carlos Soler y Guillamón, los buenos movimientos de Samu Castillejo a las irrupciones furiosas de Musah, Tierry Rendall o un Samuel Lino especialmente gambeteador y travieso, que se puso a Mestalla en el bolsillo. Y Hugo Duro seguía atacando como el martillo insistente de su primera temporada.

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Presentación del Valencia CF Germán Caballero

El primer gol pudo llegar en varias oleadas, en disparos de Lino, en centros desviados por la defensa que acabaron escupidos por el larguero. La recompensa llegó antes del descanso con un cambio de orientación medido del ingeniero Guillamón a la carrera de Gayà, cuyo centro al primer palo fue tocado hábilmente tocado de tacón por Hugo Duro. Un golazo para alegría del optimismo irredento del pueblo de Mestalla. La Atalanta había sido zarandeada por el Valencia durante toda la primera mitad, pero su capacidad atacante no requiere ni de partidos buenos, siempre está presente, siempre aparece. A los 53 minutos, con un gran control y recorte, Ederson esquivaba a Diakhaby y colocaba el balón en el palo largo de Mamardashvili. Era el primer disparo a puerta de los italianos.

Se abría un nuevo partido en el que la mayor calidad del banquillo visitante podía ser decisiva. El Valencia nunca renunció al dominio territorial, ni tampoco a los mordiscos. Hasta su retirada en el minuto 63, con ovación, Lino buscó las cosquillas de su par, Hateboer, y del portero Musso. De Roon evitaba un disparo a quemarropa de Thierry Rendall y Mateu Lahoz desplegaba sus dotes diplomáticas para limar asperezas entre Musso y Foulquier. El guardameta argentino volvía a intervenir para evitar el gol de Soler. El nivel no bajó con los canteranos que salieron de refresco. Entre los cambios no estuvo Hugo Duro, incombustible y siempre necesario. En el minuto 82 volvió a aparecer en una acción llena de picardía, a centro lateral de Foulquier y adelantándose al marcaje de De Roon, para cabecear con toda la intención a la escuadra. El broche perfecto para un Valencia de proyecto vulnerable, pero con la valentía de los leones, la que contagia Gattuso, que acabó el partido sudado y afónico.