Gattuso también se cansa de Lim

El Valencia y el técnico italiano, desencantado con el equipo en caída libre y todavía sin fichajes, acuerdan la desvinculación. De nuevo Voro tratará de evitar el descenso a Segunda

Gennaro Gattuso y Peter Lim

Gennaro Gattuso y Peter Lim / Valencia CF

Vicent Chilet

Vicent Chilet

Gennaro Gattuso dejó de ser ayer entrenador del Valencia y se convierte en el noveno entrenador desde que Peter Lim accediera a la mayoría accionarial del club. El técnico calabrés y el club de Mestalla consensuaron de mutuo acuerdo en una larga reunión en Paterna la rescisión del contrato que les unía hasta el 30 de junio de 2024, con la renuncia a cobrar el segundo año. La racha adversa de resultados, con una sola victoria en los últimos diez partidos, que ha abocado al equipo a la lucha por la permanencia, unida a la dolorosa eliminación en cuartos de final de la Copa del Rey frente al Athletic Club, han desencadenado una crisis que ha minado la convicción de Gattuso, que no ha visto correspondida desde la propiedad, la misma que bendijo su llegada, la alarmante necesidad de fichajes en la ventana de invierno para hacer reaccionar al equipo, metido en la pelea por la permanencia. Voro González, como en cada cíclica crisis del Valencia post-doblete desde 2008, tendrá la misión de levantar al equipo.

Gattuso se marcha con 5 victorias, 5 empates y 8 derrotas, en un proceso similar al que provocó los desencantos de los técnicos anteriores, Javi Gracia, José Bordalás o Cesare Prandelli, con el proyecto del millonario singapurés. La inacción en el mercado de invierno ha vuelto a ser el peaje que ha dinamitado la paciencia del inquilino del banquillo. Gracia y Bordalás aguantaron en el cargo en falso, con la confianza ya minada, mientras que Prandelli dimitió acompañando su renuncia con una explosiva rueda de prensa en la que retrató la “falta de pasión futbolística” de Meriton Holdings. Entre medias, la excepción de Marcelino, fulminado tras ganar la Copa y retar en público el giro hacia la desinversión que estaba por llegar. En este caso, Gattuso ha optado por una voladura controlada, con un pacto controlado, una vez que ha visto que la crítica situación del equipo ya le desbordaba, con el agravante añadido de la ausencia de refuerzos.

El ya extécnico valencianista llegó a decir que aspiraba a ser «el Simeone del Valencia», recordando al mismo tiempo que aguantar en Mestalla equivalía a una medida temporal superior, respecto a otros clubes. Una proclama pronunciada en sus mejores días como entrenador valencianista, en su burbujeante inicio, y que se contradecía con los ciclos cortos que habían caracterizado sus etapas en el Milan y Nápoles, de dos años. Ni la celebridad de su pasado como jugador, ni sus buenos momentos en San Siro y en el estadio Maradona como técnico, evitaron que su llegada se rodease de suspicacias por ser cliente de Jorge Mendes y llegar con el beneplácito de un Peter Lim que accedió a recibirle en audiencia en Singapur.

Gattuso y su cuerpo técnico eran sabedores de la complejidad del desafío de Mestalla, pero el técnico apostaba por un proyecto de reconstrucción, como lo hizo en sus inicios en los banquillos en Grecia o en el Pisa, o incluso cuando accedió al Milan y al Nápoles en medio de grandes crisis deportivas o, incluso, plantillas amotinadas contra el grande accionista. Gattuso tiró de su carisma natural para concentrar la presión sobre su figura, calmar un entorno convulso y ganarse a una plantilla que empezó la temporada con buen tino, liberada de presión, insistiendo en la importancia del estilo. El gusto por el juego elaborado y la mentalidad atacante calaron por su efervescencia, en una plantilla en la que sin embargo no se adivinaban alternativas en la profundidad de banquillo y que quiso contrarrestar la marcha de Guedes y Soler con la llegada del experimentado Cavani, que necesitó un periodo de adaptación. El Valencia encadenaba victorias vistosas, como ante el Getafe (5-1) y el Celta (3-0) en un Mestalla que llenaba el 90% de su aforo. Las derrotas se camuflaban por su escaso margen, muy competidas ante el Athletic (1-0) y Atlético (0-1) y solo el 2-1 ante el Rayo levantó ampollas por la mala imagen ofrecida.

El equipo entró en una dinámica errática dejándose puntos fáciles en Mestalla ante Elche (2-2) y Mallorca (1-2) en los que no se cerraron marcadores favorables y que ya resaltaban la necesidad de incorporar mayor oficio una vez llegado el mercado de invierno. La mala racha se cortó antes del Mundial con un empate en Anoeta y una victoria brillante ante el Betis (3-0). De regreso de Catar, el Valencia, con Gattuso anunciando las intenciones de mercado en el brindis navideño, no hizo reaccionar a un Valencia lastrado, además, por lesiones graves como las de Nico y Castillejo. El tramo concentrado de enero sería decisivo para ordenar objetivos. El equipo avanzaba en la Copa ante rivales de menor entidad, y firmaba una decorosa derrota en Riad ante el Madrid en la Supercopa, pero no levantaba el vuelo en Liga. Derrotas ante Villarreal (2-1) tropiezos inesperados ante el Almería (2-2) y dos capitulaciones que noquearon no solo el juego del equipo, sino también la convicción y el ánimo en Mestalla. El 0-1 sin respuesta ante el Cádiz y el 1-3 en cuartos de Copa ante el Athletic. De golpe, el Valencia se quedaba sin opciones de título, metido en la lucha por la permanencia y sin noticias de mercado por un propietario ausente, no solo para fichar sino para intervenir sobre un entrenador con números de destitución que ha decidido apartarse a un lado.