La pesadilla interminable (1-1)
La desgracia se vuelve a cebar con el Valencia en tiempo de descuento y los de Corberán sólo suman un punto en Sevilla, que les hunde un poco más en la lucha por la salvación
Condenado por la peor gestión posible sufrida por un grande de Europa y abandonado sin todo atisbo de suerte, a niveles de desgracia bíblica. El Valencia no levanta cabeza en la lucha por huir del descenso después que, otra vez más, se le escapase un triunfo trascendental en el tiempo de descuento. Giorgi Mamardashvili, que había sido tan importante porque había parado balones y hasta había creado el contragolpe ranieresco del 0-1, erró de forma increíble en un disparo sin aparente peligro de Pedrosa. En una jornada nada propicia por los resultados de los rivales directos, se acarició un triunfo gritado por el goleador Luis Rioja y la minoría valencianista en el Pizjuán. Cuando se respira pánico, cuando se asiste desde dentro a la caída de un gigante, cada gol no se celebra, se ruge. Y cada partido es una trinchera. Si se vence no es felicidad, es un alivio para poder conciliar el sueño, y que la pesadilla no apriete tanto el pecho. Pero ni por esas, ni contra otro histórico descosido como el Sevilla, con males casi idénticos. El Valencia de Carlos Corberán compite, pero no gana todavía. Y el tiempo se agota.
Con toda la segunda vuelta por delante, el estado de necesidad del Valencia es tan urgente que ya no hay tiempo para calcular, ni medir. Si Mamardashvili y Gayà estaban recién recuperados de sus lesiones, debían estar desde el inicio. Corberán no lo dudó: con todo, con todo lo que le queda a este Valencia. Portero y capitán serían protagonistas desde el primer momento, en una primera parte llena de imprecisiones, caótica, con dos históricos dominados por el miedo.
Gayà activó el modo guerrero, con el que debe contagiar al resto de una plantilla que todavía no está a la altura que manda el conflicto de la permanencia. El de Pedreguer se expuso, pidió la pelota y casi le parten el pie. Sobrevivió a una entrada destemplada de Lukebakio. Y luego a un plantillazo con los tacos de Carmona clavados en el empeine. La sangre brotaba por el agujero de la bota, una imagen de impresión, casi metafórica de los males que afligen al Valencia. Hernández Maeso no pitó ni falta. Minutos después, era Gayà el que devolvía a Carmona el pisotón, en una acción que rozó la revisión del videoarbitraje. Todo provocado por la primera inacción del colegiado.
El nerviosismo agitó el ritmo del encuentro, jugado casi a espasmos. La pelota duraba poco y los dos equipos atacaban en oleadas desordenadas. En el Valencia, en contras mal elegidas, en centros forzados más allá del segundo palo, en conducciones con trote desbocado de Foulquier y las escapadas de Luis Rioja. Tan motivado como siempre, y más por su genética bética, el extremo apuraba la banda, pero a pierna cambiada no pudo armar la zurda. En el Sevilla, igual de errático, solo Isaac Romero desde 25 metros (con buena respuesta de Mamardashvili) y un disparo al lateral de la red de Saúl, amenazaron con romper el marcador. Todo era familiar en el Pizjuán, hasta la bronca monumental al palco. Las crisis, en instituciones clásicas, se magnifican, pesan diez veces más que en cualquier otro club.
El partido llegó al descanso igualado, con la sensación que con el más mínimo detalle podría romperse el frágil equilibrio. Todo era familiar en el Pizjuán, hasta la bronca monumental al palco. Las crisis, en instituciones clásicas, se magnifican, pesan diez veces más que en cualquier otro club.
La iniciativa en la reanudación fue para el Sevilla, que arrinconó al Valencia con el empuje de varios córners seguidos, que despertaron a la grada. Los visitantes se tambalearon, pero aguantaron de pie. Mamardashvili sacó varios puños y también un saque en largo que, peinado por Hugo Duro, armó la contra ejecutada de forma perfecta, marcando cada tiempo, por Luis Rioja. En el peor momento, volvía la vida.
Con la ventaja en el marcador, llegaba el gran desafío: saber gestionar una ventaja favorable, que siete veces en esta campaña se ha vuelto en contra. Se iba a sufrir, como en el gol anulado a Saúl, en un acertado fuera de juego. Con la caída en combate de Gayà, en lo que parecía una lesión muscular, justo el día que volvía.
Los cambios no descompusieron al Valencia, a diferencia de la pasada semana en Mestalla contra el Real Madrid. Sadiq trató de estirar al equipo y Pepelu que no saltasen las costuras. Corberán aguantó esta vez a Javi Guerra, en un partido de poco lucimiento para sus características. Ayudó el manojo de nervios del Sevilla, que atacó con desesperación, pero de manera previsible. Hasta que el latigazo aislado de Pedrosa revivió en el colista todos sus males.
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