Julia Damiá, Valencia

Quique Marí, un paralítico cerebral de 31 años, tuvo que esperar el martes más de dos horas bajo la estación de metro de Plaza de España al no poder salir a la superficie porque los elevadores para sillas de ruedas estaban estropeados. Al no poder atender sus demandas de accesibilidad, los responsables del metro han decidido poner un taxi a disposición de Quique para que le lleve a la plaza de España, cerca de donde asiste a unos cursos.

Todo empezó cuando Quique, acompañado de su padre, Enrique Marí, cogió el metro para asistir a sus clases y, cuando llegó a la estación de Plaza de España -que figura como adaptada para minusválidos- cerca de las 9 de la mañana, se encontró con que no podía salir a la superficie porque «las plataformas elevadoras no funcionan desde hace meses», según explicó a su padre la persona que estaba en la taquilla. Los vigilantes de seguridad se ofrecieron entonces a subir a Quique con sus brazos, pero su padre se negó por «una cuestión de dignidad, de los derechos de una persona, y por ser inseguro».

Ante la falta de soluciones por parte de los trabajadores del metro, el padre de Quique pidió las hojas de reclamaciones y, desconfiando de la efectividad de unos formularios internos, «que acaban en una disculpa», decidió llamar a la Policía Nacional.

Enrique Marí, mientras pedía a los agentes una solución para sacar de allí a su hijo, comenzó a recoger firmas de los viajeros que pasaban entonces por allí. «Querían que nos fuéramos en metro y cambiáramos dedestino, después de estar dos horas allí», comenta Enrique. Entretanto, relata el padre del afectado, aparecieron dos técnicos que, «con miedo de que se rompieran, porque esas plataformas tienen 20 años y son para sillas manuales, no eléctricas, como la de mi hijo», permitieron a Quique salir a la calle. Eran ya más de las 11. Enrique acudió a una comisaría donde denunció los hechos por «discriminación a un minusválido, incumplimiento de la Constitución y secuestro».

Soluciones

Ante esta situación, cuenta Enrique, un responsable de la línea 1 del metro le indicó que en adelante «saliéramos en Ángel Guimerá y allí un taxi nos recogería y nos llevaría a la Plaza de España». Sin embargo, el miércoles no apareció ningún taxi y Enrique puso una segunda reclamación.

La sorpresa de este padre llegó cuando, tras intentar ponerse en contacto con algún responsable, recibió la llamada «de quien se identificó como jefe de la línea 1», explica Enrique, «y me dijo que, si íbamos a utilizar este servicio diariamente, nos pondrían un taxi en la puerta de casa». Ayer, por primera vez, ese taxi llevó a Quique a sus clases, «pero eso no es lo adecuado», argumenta su padre, «porque hay mucha más gente en silla de ruedas».