Está próximo el día 8 de diciembre, festividad de la Inmaculada Concepción y onomástica de las damas que se llaman Concha, Conchita o Concepción. Pero en lo que no coinciden todos los biógrafos es en qué año nació la más popular y famosa intérprete de la canción española, nuestra paisana Conchita Piquer López; pues si bien unos textos aluden al año 1908 -ahora iría a cumplirse el centenario-, otros colocan su llegada al mundo dos años antes; y también aparece el 1907 como el de su nacimiento.

Sea cual sea la verdad, lo cierto es que el próximo mes de diciembre, dentro de veintiún días, hubiera cumplido un siglo de vida de no haber fallecido en Madrid en el arranque de la década de los noventa del pasado siglo.

Lo que no hay duda es que la creadora de Ojos verdes nació el ocho de diciembre en una casa de la calle de Ruaya, en el barrio de Sagunto; en la fachada del edificio aparecen unos azulejos que recuerdan el feliz natalicio; allí se encuentra ahora el museo que alberga los miles de recuerdos que la más grande de la copla dejó tras una extensa carrera artística.

Nació, eso sí, el 8 de diciembre; y se le bautizó, como era costumbre de la época, con el nombre del santo del día. Esa forma tradicional algunos bromistas lo atribuyen a las carencias de la época, de manera que, en lo sucesivo, cada año se ahorraban un festejo, regalos y felicitación, pues el santo de la persona coincidía con el día de su cumpleaños. Lo cierto es que con catorce años -¿sería en 1920, o en 1921, o en 1922?- la joven cantante valenciana, que había debutado antes ya en el teatro Sogueros del barrio del Carmen, en Valencia, fue invitada por el maestro, también valenciano, Manuel Penella, a viajar a América; primero, a Méjico; después, a Nueva York. Y la joven estrella española empezó a figurar ya en las grandes carteleras norteamericanas, que le llevaron, además de a los escenarios y salas de fiestas, a las pantallas del cine. Penella compuso para ella numerosas canciones; muy alusiva a su presencia al otro lado del Atlántico fue la famosa En tierra extraña, un canto al allí añorado vino español; y la famosa para nosotros La Maredeueta, sobre letra de Santonja; y la que causó gran reacción en el público americano, El florero.

Un lustro prácticamente estuvo alejada, y en la segunda mitad de la década de los años veinte regresó a España, y fue ya la figura indiscutible de nuestro folklore. Quintero, León y Quiroga fueron los autores que mayor número de compases escribieron para ella, lo mismo que Ochaita, Valerio y Solano; y no es de olvidar la célebre reunión que mantuvieron en un velador del Hotel Oriente barcelonés, en las Ramblas, Federico García Lorca, Rafael de León y Miguel de Molina; allí, como ya hemos comentado otras veces, Rafael les leyó unos versos que preparaba para una canción, que sería titulada Ojos verdes, rimas a las que Salvador Valverde puso después música y que fue uno de los éxitos más perdurables de nuestra paisana.

El año 1958 fue señalado en la vida de la estrella; tras aquel regreso a España, después de la guerra civil volvió a América, donde nació su hija Conchín del que sería su esposo, el torero Antonio Márquez, y en la década de los cincuenta ya llenó de nuevo los escenarios de nuestro país. Al finalizar el año 57, en Zaragoza, ofreció la taquilla completa para los damnificados por las inundaciones de su ciudad natal; y dos meses después, en un teatro de la localidad onubense Isla Cristina, sufrió una afección de garganta que le hizo soltar un gallo, por lo que decidió retirarse definitivamente.

Poco cantó después de aquella despedida; en Valencia, una sola vez, cuando se le rindió un homenaje; e incluso grabó una canción en recuerdo de Rafael de León, cuando el poeta falleció en 1988.

Total, que nos quedamos sin saber si este año se celebra o no el siglo de que el barrio de Sagunto viera por primera vez a la genial Conchita Piquer. Sea como sea, ahí queda para la historia.