El barrio de Barona, corazón de Orriols, vuelve a sentirse amenazado. Esta vez no son las agresiones nazis ni los posibles problemas de convivencia con los inmigrantes de hace un año. Ahora es el paro el que pone en peligro la estabilidad del vecindario, tanto que los portavoces locales han pedido al ayuntamiento y a la Policía Local un seguimiento especial de la zona para evitar un repunte de la delincuencia, las carreras ilegales, el pandilleo o las drogas. El barrio Barona, popularmente llamado así en recuerdo del arquitecto que lo construyó en los años sesenta, lo forman unas pocas calles del núcleo de Orriols. Muy conflictivo en los años ochenta, recuperó cierta normalidad en décadas posteriores, pero el boom de la inmigración le fue dando una nueva y complicada fisonomía.

Su cara más dramática apareció publicada en Youtube en marzo del año pasado. Un vídeo llamado Arde Barona mostraba diferentes actos de vandalismo y la brutal agresión de un grupo supuestamente neonazi a un joven inmigrante borracho, una salvajada que la policía no acertó a resolver, pero que sacó la luz los problemas del barrio: una tasa de inmigración del 50%, la más alta de Valencia; una endémica falta de equipamientos públicos, y como suma de todo ello pequeños pero numerosos problemas de convivencia que los vecinos sólo se atreven a reconocer en voz baja.

El Ayuntamiento de Valencia desplegó entonces un amplio dispositivo de vigilancia policial y prometió nuevos avances en servicios públicos. Y aunque no todo se ha cumplido la evolución al menos no ha sido negativa, tanto que "si no fuera por la crisis estaría mejor que hace un año", dice la presidenta de la Asociación de Vecinos de Orriols, Maica Barceiro.

Según explicó a Levante-EMV, la cruz son los equipamientos. Este año no puede decirse que se haya avanzado mucho en este sentido, pues la obra más importante, que era el nuevo ambulatorio, fue parada en el mes de diciembre por la quiebra de la empresa constructora. Sólo dos pequeñas actuaciones del Plan Zapatero, una de ellas para la rehabilitación de un jardín, salpican las calles del barrio.

Sí ha mejorado, sin embargo, la vigilancia policial. Esta es la cara. Hay una pareja de la Policía Local pendiente de todo lo que ocurre en sus calles y "un par de veces en semana se ponen a pedir documentación a todo el mundo". "¿Puede decirse que son redadas contra los inmigrantes ilegales?", le preguntamos. "Más o menos", responde.

Demasiada gente sin hacer nada

Su mayor preocupación, por tanto, no es la convivencia, es la crisis. Esa es la "verdadera amenaza" en este momento, lo que lo puede complicar todo mucho más. "Hay demasiada gente en la calle, sin hacer nada, con mucho tiempo para pensar y mucha hormona suelta", dice Barceiro. "Y si no tienen dinero ni tienen donde ir pueden volver las carreras, empezar a tomar todo lo que pillen y empezar con el pandilleo". "Hay que tener en cuenta que en estas circunstancias es muy fácil captar a los chavales", advierte.

De todo esto han hablado con el Ayuntamiento de Valencia y "ya veremos". El verano es un buen momento para ponerle de nuevo el termómetro al barrio. Los negocios se han dado un respiro este año. Según la asociación de comerciantes, la actividad que ha habido siempre en sus calles no la hay ahora. Además, recuerda, muchos de los negocios tradicionales han sido sustituidos por locutorios, tiendas étnicas, restaurantes árabes etc.

Pero al menos no ha triunfado, por ahora, la invasión china que ha colonizado otras partes de la ciudad. Según dicen, "hubo un momento en que lo estaban comprando todo, pero luego se ve que no ha habido negocio y han ido abandonando. Ahora quedarán seis o siete establecimientos", dicen. Gracias a ello el equilibrio en el barrio se ha mantenido y la convivencia todavía es posible.

Un documental para promocionar la convivencia

La situación del barrio de Orriols, que tiene un 24,3% de población inmigrante (en Barona son el 50%), ha sido el eje de un documental promovido por la ONG Rescate. Bajo el título «Desde dentro. Viejos y nuevos vecinos», el film trata de explicar la evolución migratoria de Orriols y evaluar la convivencia actual, positiva, según sus conclusiones. Enfocado a la promoción de la interculturalidad, el documental reduce los problemas de convivencia a ruidos, rencillas de escalera y poco más. Su mayor preocupación, al igual que la de la Asociación de Vecinos, es la crisis y el desempleo, que unida a la falta de equipamientos puede generar fricciones entre los vecinos y dificultar la integración.

En la cinta aparece desde el conserje de un colegio, antiguo músico de Nino Bravo, hasta una joven subsahariana que tienen que ingeniárselas para dar de comer a su hijo e intentar traer a España al padre de la criatura. Y por medio, dos madres de escolares, el responsable de un banco, la hija de unos emigrantes de Cuenca, la dueña de una tienda de productos latinos y un largo etcétera de personajes que hacen posible la convivencia interétnica.

El documental, financiado por la Generalitat, forma parte de un proyecto de sensibilización y educación al desarrollo con el que se pretende mostrar los beneficios y las dificultades de la convivencia entre distintas nacionalidades. «La película cruza historias de vida y opiniones de expertos para revisar la sensatez de los discursos, que, en algunas ocasiones, estigmatizan a los barrios con alto porcentaje de población extranjera, como es Orriols».