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l pasado mes de marzo, Levante-EMV publicaba la siguiente nota en su penúltima página: "Con la aparición de la imprenta, en el siglo XV, empezaron a publicarse en papel unos panfletos llamados "prognostica", con las predicciones del tiempo para todo el año. Encontramos en ellos el origen de los calendarios agrícolas y de los almanaques, como el famoso Zaragozano".

Y esa nota evocativa nos ha traído a la memoria este célebre Calendario Zaragozano que conocemos desde nuestra infancia y que curiosamente hemos visto actualmente en algunos escaparates de librerías que continúa editándose.

Más aún: efectuadas las oportunas averiguaciones, hemos sabido que este librito -calendario agrícola, mes por mes, día por día- empezó e editarse en el año 1840 -han pasado 170 anualidades-; su creador fue un meteorólogo aragonés, nacido en el pueblo zaragozano -de ahí el nombre- de Villamayor; se trataba de don Mariano Castillo y Ocsiero, cuya efigie, a pesar del paso de los años -y de los siglos, y del milenio- sigue apareciendo en la portada.

Empezó a los 19 años. Con sólo diecinueve años de edad, este amante de la meteorología ya sacó este calendario, que subtituló El firmamento, y que junto a su anticipo de lo que serían con los tiempos Mariano Medina, Ana de Roque y otros hombres del tiempo en televisión, añadía santoral y calendario de ferias y mercados en toda la nación, con lo que desde el comienzo fue el mejor apoyo para los agricultores españoles, que sabían de antemano los pronósticos del cielo para sus cosechas y los lugares y fechas para dar salida a éstas.

Con el tiempo -va camino de los dos siglos de vida-, El Zaragozano ha ampliado sus secciones, que incluyen espacios para notas particulares, teléfonos de interés y anuncios que, como en toda publicación impresa, sirven para sufragar los gastos de edición.

Se pagaba en reales de vellón. Juicio universal meteorológico era el subtítulo que puso ya su primer creador -ahora una editorial mantiene la presencia cada año en el mercado- y lo que en principio tuvo unos precios en céntimos, con los años llegó casi a los veinte duros, pasando finalmente al euro actual.

Claro que su aparición tuvo efecto en el año 1840, con lo que su primer precio debió ser en reales de vellón, ya que hasta veintiocho años después, en 1868, no se implantó en España la peseta como moneda de curso legal.

Este hombre, Mariano Castillo, aseguran sus biógrafos que casó tres veces, no sabemos si por enviudar o por otros motivos, y ha pasado a la posteridad como una figura indiscutible en la meteorología y que además tuvo el orgullo de rotular su publicación con el nombre de su tierra, de su cuna: Calendario Zaragozano. Así continúa hoy, en el tercer milenio, en los escaparates españoles.