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an pasado más de cien días desde que un terremoto asolara la caribeña isla de Haití, aumentando la catástrofe humana en la que vive una población que, en su mayor parte, se encuentra sometida a una pobreza extrema. Pasado todo este tiempo, es momento de auditar todas las acciones propuestas por el Ayuntamiento de Valencia y de la Generalitat Valenciana.

En primer lugar (aunque sé que es de sentido común), es fundamental recordar que estas acciones solidarias salen de manera directa (a través de las aportaciones de los ciudadanos en las cuentas bancarias) o indirecta (a través de los impuestos que pagamos) y, por lo tanto, se debe realizar la correcta rendición de cuentas que tiene que ir más allá de una mera justificación económica de las subvenciones, en el caso de que las hubiera.

En segundo lugar, hasta la fecha, las acciones del Ayuntamiento, más allá del desagradable aprovechamiento mediático de la escasa ayuda aportada, no se han sustanciado en nada más que en la ayuda para comprar dos depuradoras; bueno sí, en la ropa de "outlet" que un conocido barco que competía por aguas valencianas regaló.

De esta "acción solidaria" (que Rita Barberá pretendía aprovechar para imponer el nombre de Sorolla a alguna zona de la capital haitiana) sólo ha quedado el rastro de las noticias en prensa porque ninguna de las organizaciones que estuvieron presentes en aquellas reuniones quisieron el donativo (es más, la mayoría pensó que menudo "marrón" intentaba endosarles la concejala de Bienestar Social, Marta Torrado).

Rita Barberá se comprometió a identificar las acciones que se realizaran en Haití; hubo un compromiso presupuestario por el cual el dinero que se destinara para la acción humanitaria saldría de los proyectos de cooperación internacional, ya de por sí bastante depauperados, para evitar que otros proyectos se vieran afectados por el recorte; más de cien días después de la catástrofe, podemos decir que todo fue una cortina de humo para tapar que el valenciano es uno de los ayuntamientos más insolidarios de España, algo que se dice pronto, pero que provoca sonrojo.

No debe sentir lo mismo el conseller de Inmigración y Cooperación, Rafael Blasco, de quien me atrevo a decir que no tendrá ningún reparo en salir disparado a hacerse una foto entre los escombros haitianos con la careta de solidario para burlarse de una población marcada por el fuego de la esclavitud y la voracidad depredadora del colonialismo.

?Responsable de Cooperación de la Ejecutiva Municipal del PSPV-PSOE de la ciudad de Valencia