Fue una desobediencia directa a una orden recibida y el Ejécito no se lo perdonó. Hace 17 años, Francisco Esteban Hernández Pérez se negó a rendirle honores a la Mare de Déu dels Desemparats. Abogado, conocedor de las leyes y con el idealismo propio de quien defiende su verdad, se amparó en la Constitución y en la vertiente pasiva del derecho a la libertad religiosa. No se lo permitieron, pero salió de formación y desobedeció la orden. Pasó 60 días privado de libertad —aunque no llegó a ingresar en prisión— y dos años desterrado de la región militar Levante. Estuvo arrestado por las cosas más nimias, y se querelló contra sus superiores. Ganó el juicio y sembró precedente.

¿Cómo ha recibido el decreto de Defensa que recalca que la asistencia de los militares a actos religiosas es voluntaria?

Con tristeza, la verdad, porque me parece que estamos volviendo a tratar un asunto que yo ya consideraba ampliamente superado. Lo que me ha dado rabia es ver el bombo y platillo que se le ha dado a un argumento que ya estaba claro, que está reflejado en la Constitución, que a raíz de mi historia salió, incluso, una orden ministerial (la 100/94) para recalcar que la asistencia a actos religiosos es voluntaria... Estamos en un Estado aconfesional y la libertad religiosa es un derecho fundamental que yo vi vulnerado. Pensaba que habíamos avanzado.

Entonces, ¿qué novedades incluye el decreto que ha causado tanto estupor?

Lo único que había, y que ahora se ha quitado, es que el Ejército ya no rendirá honores al Santísimo Sacramento. Eso es lo que le puede haber dolido a la iglesia católica. Era un anacronismo que se hablara todavía de unos honores al Santísimo que, en1984, se incluyeron porque todavía era muy reciente la democracia. Teníamos muchas altas esferas retrógradas católicas. Ya era hora de que aquello se quitara. ¿Por qué tengo que rendirle honores al Santísimo Sacramento y no a Alá o a Mahoma su profeta? Era una cosa que tenía que desaparecer. Lo que pasa es que puede haber herido las sensibilidades de esos a los que les gusta que aparezcan los soldaditos con fusiles. Pues bien. Es que no tienen porqué aparecer. Yo parto de esa base. Y si aparecen ahí, que aparezcan en los actos de otras religiones.

La asistencia es voluntaria desde 1984, pero usted se negó a rendirle honores a la Virgen de los Desamparados en 1993 y acabó expedientado...

Porque yo desobedecí una orden directa. En 1993 se celebró en Valencia el V Centenario de la Advocación a la Virgen de los Desamparados, y formaron allí a 2.000 personas (entre militares y guardias civiles) para que el General jefe de la región militar de entonces le pusiera un alfiler a la Virgen. Yo me negué, y en principio me relevaron. El Coronel fue llamando a los ´siguientes´ de la lista, y todos renunciaron. A última hora de la mañana no había ningún suboficial del Regimiento de ingenieros numero 3 que quisiera participar en la procesión religiosa. Y entonces fue el General quien dio la orden: nombrar a los tres primeros, y que vengan obligatoriamente. Pero no fue eso, exactamente, lo que me llevó a desobedecer.

¿Y qué fue?

Yo propuse hacer una cosa intermedia y dije: ´yo le rendiré honores al General cuando llegue, y cuando vaya a entrar la Virgen, pido permiso para salir de la formación, y cuando acabe la formación religiosa, vuelvo a entrar y ya está´. Pero el jefe de aquella formación dijo allí, delante de todo el mundo, que la asistencia a los actos religiosos estaba reglada en el artículo 420 de la Base de Fuerzas y Ordenanzas Reales del Ejército en tierra, y leyó el primer párrafo, pero se cayó el segundo (que yo me sabía de memoria), y que dice que ´quien no profese la religión, quedará dispensado de asistir al acto´. Y pensé: ¿Me vas a enseñar el derecho? No tienes ni idea. Entonces, me cabreé, saludé y salí de formación. Es una desobediencia directa a una orden recibida. Se podía haber solucionado con 30 días privados de libertad en casa y ya está.

¿Y qué pena le impusieron?

Mis primeros 30 días privados de libertad fue el nacimiento de mi hija mayor. Luego me impusieron 30 días más, mientras preparaban el proceso para desterrarme de la región militar de Levante. Volví y me arrestaban por cualquier cosa. Hicieron de mí, y de mi familia, lo que quisieron. Por eso me vi obligado a denunciar al General porque me estaba haciendo la vida imposible.

«Hoy no haría lo mismo, ya no confío en los jueces»

Tras 17 años, y con la experiencia vivida, ¿volvería a actuar de la misma manera?

A los 20 años, me quería comer el mundo. Quería ser un buen militar, un buen abogado... Estaba fuerte, creía en la democracia, en la lucha... Me parecía muy bonito. ¿Hoy en día? Creo que no hubiera actuado de la misma forma, pero porque hoy en día confío menos en el tribunal Constitucional y en los jueces. Así de claro lo digo. Yo tuve la suerte de que me juzgara un ferviente católico, que tiene 9 hijos y una fe extrema. Pero me dio la razón porque fue imparcial y justo. Me descubro el sombrero ante él. Eso sí, le costó no ascender en su carrera. El tribunal Constitucional se dedica, ahora, a hacer política.

Parece usted una especie de Don Quijote, ¿por qué lucha ahora?

Lleva 20 años con la misma lucha: Conseguir que los militares tengan los mismos derechos civiles que cualquier otra persona. En el Ejército no hay sindicatos, y eso debe cambiar. No podrán ir a una huelga, pero podrán defender sus derechos. En la Guardia Civil ya lo hemos conseguido, aunque se llame Asociación Unificada de la Guardia Civil. Me parece aberrante que los gobiernos no permitan a los militares, que además son profesionales, ser ciudadanos de primera. Por lo menos se ha perdido, en cierta manera, el miedo a recurrir. Hemos normalizado la queja, pero aún queda mucho por hacer.

¿Cómo valora a la ministra de Defensa Carme Chacón?

Aunque tengo mis quejas —por asuntos profesionales— debo reconocer que es una mujer valiente. Por lo menos se está ganado el sueldo. Otra cosa es que los generales le difuminen la realidad.