­El Ayuntamiento de Valencia ha dado marcha atrás en su afán iluminador y después de 19 años de potenciar el alumbrado público de la ciudad, ha decidido recortar gastos de una manera drástica. Aunque en este tiempo ha recibido críticas generalizadas por la contaminación que provocaban sus farolas y por el incremento de la factura eléctrica, ha sido el recorte presupuestario impuesto por la grave crisis económica el que ha torcido el pulso al concejal Juan Vicente Jurado y a la alcaldesa Rita Barberá, que siempre han presumido de tener la ciudad «mejor iluminada de Europa».

De esta carrera municipal hay cientos de datos que la acreditan. La concejala socialista Carmina del Río ha dado algunos después de conocerse la intención de la alcaldesa y los primeros detalles de su plan de austeridad. Ahí van algunos.

En el año 1996 el consumo del alumbrado público era de 50 Gigawatios/hora y en el año 2008 superaba los 107. Y en esos doce años también se ha pasado de 49.548 a 97.097 farolas y de una factura eléctrica anual de 4 a 10,3 millones de euros. El propio Juan Vicente Jurado, ha explicado que este incremento de farolas, consumo y gasto se justifican por la aparición de nuevos barrios como Campanar Norte y Campanar Sur, Ademuz, Benicalap Norte y Benicalap Sur, Orriols y la Avenida de Francia; y nuevas infraestructuras como la Ronda Norte, el Bulevar Sur o el eje Reus-Ruaya.

Lo que tiene más difícil explicación es el consumo por persona y hora, que en Valencia ha pasado de 67 a 132 kilowatios, una cifra muy alejada de los objetivos del Plan de Ahorro y Eficiencia Energética aprobado por el Gobierno, que obliga a todos los municipios españoles a situarse en los75 kilowatios por persona y hora en el horizonte de 2012.

Cambio de tendencia

Sólo la crisis puede hacer que Valencia cambie el rumbo y se acerque a estos estándares de consumo. Y de hecho eso parece, porque Rita Barberá ya ha advertido que el recorte va a ser tremendo en este apartado de alumbrado y probablemente también en otros.

Por las pruebas realizadas estos días en distintos puntos de la ciudad puede apreciarse que los principales cortes se preparan para los espacios públicos que pierden concurrencia por la noche, como el cauce del río, los bulevares de las grandes vías o las playas urbanas de la Malva-rosa y Cabanyal.

En algunos de estos espacios el apagón podría ser total y en sus entornos, como La Alameda, se prueba a dejar una de cada tres farolas. También se verán afectadas grandes avenidas como Peris y Valero, El Cid o Colón, con recortes de la mitad de las luminarias o una fuerte reducción de la intensidad, segunda fórmula que se aplicará allá donde no sea posible apagar.

En general, puede decirse que toda la ciudad se verá afectada en mayor o menor medida por los apagones o la bajada de intensidad. Y además, el Ayuntamiento tiene previsto mantener sus planes para sustituir farolas de balón por otras menos contaminantes e introducir nuevas tecnologías que disminuyan el gasto, medidas que han permitido reducir la factura un 6% en el último año, asegura Jurado.

Es la vuelta atrás en un largo proceso que ha costado muchos millones a la ciudad. No es extraño, pues, que en esta aventura el Ayuntamiento cuente con el beneplácito de la oposición. Y es que aunque sea por la fuerza mayor de la crisis, aquí puede aplicarse el dicho de que nunca es tarde si la dicha es buena.