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as rosas silvestres se encuentran dispersas por todas las regiones templadas del hemisferio norte. Faltan en los trópicos y en la mitad austral de planeta, y en cambio Alaska tiene su Rosa cinnamomea y Siberia su Rosa pimpinellifolia. Las rosas forman uno de los grupos naturales, lo que en botánica llamamos géneros, que es de los que mayores quebraderos de cabeza han proporcionado a los clasificadores. Unos especialistas hablan de unos centenares de especies, otros afirman poder distinguir miles de ellas.

Desde remotas épocas el hombre ha intervenido en el desarrollo de la rosa: en la Mesopotamia prebabilónica y en la China de las primeras dinastías, la rosa ya sedujo a los jardineros. Mientras en la antigüedad clásica conoció escasas variedades de rosas cultivadas, en China, a partir de algunas formas de la Rosa indica derivaron las rosas de té, y la Rosa banksiae dió lugar a los rosales trepadores. Del próximo Oriente proceden la Rosa centifolia y la Rosa damascena, y ambas descienden quizá de la Rosa gallica. La rosa se cita dos veces en la Biblia y por su color rojo evoca, primero la sangre de Jesús (la rosa de cinco pétalos simbolizó las cinco llagas de Cristo), y más tarde la de los mártires cristianos. Existen rosas legendarias como las de la poética leyenda según la cual las rosas debían su color a las gotas de sangre que brotaron de los pies de Afrodita cuando, descalza para no perder el tiempo atándose las sandalias, corrió hacia su amante Adonis, que estaba herido de muerte.

En nuestros días la rosa ha conservado el apelativo de reina de las flores, pero los romanes, hace ya más de dos milenios sentían bastante más que nosotros el sentido de esta denominación. Había en la Roma clásica una gran demanda de rosas, lo cual contribuyó a extender el cultivo de las diez especies entonces conocidas, y también dio lugar a la difusión del empleo de los "specularia", una especie de invernaderos que estaban calefactados con agua caliente que circulaba por tubos de cerámica, lo que permitía cortar en flores en cualquier mes del año. Por cierto, que el cultivo en invernadero escandalizó a Séneca, que indignadísimo se quejó contra "los que invertían la naturaleza", pretendiendo tener rosas en invierno. También arremetió el filósofo contra los que -dando ejemplo de vida contra la naturaleza- construían jardines en lo alto de los edificios (silve in tectis).

En los banquetes que daba Nerón llovían pétalos de rosa desde el techo, y también descendían sobre las tumbas en los "dies rosationis". Las sillas de mano para llevar a las autoridades tenían cojines de paño muy ligero llenos de pétalos, y un saquito de red de lino encerraba otros para que el personaje pudiera aspirar el perfume.) Las rosas de Capua se usaban para destilar la esencia que se empleaba ampliamente en el área personal y para perfumar los vestidos e incluso la piel de los calzados. En los tiempos de Tiberio un regalo de buen gusto era unas guirnaldas con márgenes decorados con rosas.

Con la caída del Imperio romano la predilección por las rosas declinó y las noticias se hacen bastante escasas: vagas referencias poéticas, alusiones a las propiedades medicinales y poco más. Después de las invasiones barbarás las variedades de rosal cultivadas quedaron relegadas a los países orientales y, más tarde, fueron las Cruzadas el vehículo que dio lugar a que el Occidente europeo se familiarizara de nuevo con aquellos antiguos rosales y su flor, que desde siempre había sido popular en medicina popular contra los vómitos y los pétalos contra la diarrea coleriforme.

En la actualidad la farmacia moderna incluye en sus formulados algunos de los principios activos que posee el rosal, su flor y su fruto para la curación de los males físicos del hombre, al igual que en el jardín la presencia de su floración, con sus cromatismos y fragancias, mitiga los males de espíritu humano, conforta los espíritus y hace gozar a las almas. Prémiese mi erudito lector con un reposado paseo por la renovada rosaleda de los Jardines del Real en este mayo en que una Valencia en flor nos habla de esperanza, de horizonte florido, y nos lo dice con la voz del tacto aterciopelado del pétalo de rosa.