Por cada tres personas, una botella de alcohol. Y por cada una de ellas, dos litros de mezcla. Estas son las estimaciones que realizan los jóvenes cuando acuden a un botellón. Y anoche, para celebrar la noche de San Juan, no fue menos. Más de 150.000 personas invadieron las playas de Valencia para celebrar la que se conoce como la noche más corta del año. Provistos con la infraestructura necesaria —bolsas, hielo, vasos, bocadillos, picoteo...— jóvenes y mayores, turistas, familias enteras, parejas y grupos de amigos ocuparon las playas de Malva-rosa y Pinedo para realizar sus hogueras, cenar y beber junto al mar, saltar las olas y pedir sus deseos.

Tras la fiesta —que acabó a las 5 de la mañana— miles de kilos de basura se acumularán esta mañana en la arena (el año pasado se recogieron 70 toneladas), a pesar de las 25.000 bolsas de basura repartidas por el ayuntamiento, la instalación de 9 contenedores de vidrio y la decisión de acotar la zona de fuego a un kilómetro.

Que la venta y consumo de alcohol aumenta en una noche como la de ayer es innegable. Y eso a pesar de la ordenanza municipal que prohibe consumir alcohol en la vía pública. Al parecer, además de las Fallas (donde la policía no impone la denominada ley seca) existen más excepciones en la ciudad como las fiestas universitarias o la noche de San Juan. Y es que, en una noche como la de ayer, no solo los jóvenes disparan las estadísticas del consumo de alcohol. Desde Controla Club —ONG que aborda la responsabilidad social en el ocio— aseguran que la noche de San Juan «está ligada, desde el origen de las civilizaciones, a embriagarse. Es una celebración donde se alteran los sentidos y en ella participa toda clase de gente. El alcohol es parte de nuestra cultura. Los jóvenes no viven esta noche como un botellón al uso porque a 20 metros tienen a una familia con niños pequeños, y a 10, a un matrimonio de ancianos sentados en unas sillas».

Marea humana

A pesar de las dificultades para acceder, una marea humana llegó al litoral. A las 17 horas se cortó el tráfico en la confluencia de Doctor Lluch con la plaza de la Armada Española, y a las 21 horas, el bulevar de Serrería y el resto de accesos a las playas. Además, entre las 21 y las 23 horas hubo paros de autobuses de la EMT y huelga de metro. Andando, en moto, en bicicleta, coche, autobús o tranvía, miles de personas consiguieron, como pudieron, llegar hasta las playas de la Malva-rosa, Cabanyal y Pinedo para extender sus enseres sobre la arena. Para regresar a sus casas, los vecinos afrontaron una nueva odisea.

Como cada año, las bolsas de basura y la leña repartidas se quedaron cortas y los asistentes llenaron bidones, garrafas, y recipientes varios de basura y desperdicios, quedando cubierta toda la franja litoral de una gruesa capa de suciedad.