Los inicios del siglo XX fueron años de éxodo. Miles de obreros dejaban el campo para venir a la ciudad buscando el calor de las industrias, tanto que las autoridades se vieron obligadas a construir barriadas para albergarlos. En Valencia se hicieron cuatro: una se levantó en San Juan de Ribera y se llamó General Pando; otra se construyó en la calle Lirio, en el Grao; la tercera estaba en el Camino de Algirós; y la cuarta en el camino Viejo de Valencia. Ésta última la ideó el arquitecto J. M. Cortina y recibió el nombre de Ramón de Castro en honor al mecenas que la hizo posible. Y además, es la única que sobrevive. De hecho, este año se cumple el centenario de la entrega de llaves a sus moradores, entrega que hizo la reina Victoria Eugenia aprovechando su estancia en Valencia junto con el Rey Alfonso XIII para visitar la Exposición Regional de 1910.

Un siglo después, ese barrio sigue en pie y gracias a la Asociación de Vecinos de Patraix el Consell Valencià de Cultura (CVC) ha puesto su mirada en él. A sus ponentes tenemos que atribuirles la información precedente y el balance de su estado actual.

Según dicen, la desaparición de las vías del tren Valencia-Utiel liberó un gran espacio que se ha convertido en zona ajardinada, pero "las casas de la mano derecha han sufrido alteraciones graves". Alguna de ellas se ha incendiado y casi destruido. Sólo la parte izquierda de la calle conserva el aspecto original y tienen un nivel de protección 2.

Aún así, el hecho de ser el ""único exponente de unas construcciones derivadas de los procesos industriales de una época y también de la concepción higienista y humanista de una determinada arquitectura, avala la consideración de patrimonio relevante de la zona y vestigio histórico de un tiempo".

Para el CVC, pues, hay suficientes argumentos para que este barrio de apenas 20 casas sea declarado Bien de Relevancia Local e incluso que se estudie su catalogación como Bien de Interés Cultural. Y de paso, aprovechando el centenario de su nacimiento, propone que se celebre aquella efeméride recordando a la reina Victoria Eugenia.

Los vecinos están al margen

La pregunta que cabe hacerse ahora es si los vecinos del barrio, aproximadamente una decena, tienen idea de todo esto, de la historia y de su posible protección. Y la respuesta es no.

Francisca es la más veterana del barrio y a sus 82 años está al margen de todo esto. Tomando el sol a la puerta de su casa, una de las cuatro ocupadas en propiedad, cuenta cómo era aquello hace sesenta años, cuando ella vino a vivir aquí siguiendo a su hermana. Toda la familia era de Enguera.

"Esto estaba sólo -dice-. No había fincas alrededor, pero era una preciosidad. Además vivía mucha gente y muy buena", comenta con cierta melancolía.

Consciente de que su casa es de las que no está protegida, ella ha ido haciendo cambios para tenerla en condiciones, tampoco muchos, porque las viviendas son fuertes y aguantan bien. Sólo el tejado, dice. Aún así, asegura que las casas deshabitadas terminarán cayendo al suelo. Y es que en los sesenta años que lleva allí nunca le han dicho de arreglarlas ni tiene noticias de que las cosas vayan a cambiar.

Así lo creen también, y casi lo prefieren, los vecinos de enfrente, una familia entera encabezada por la bisabuela Asunción, de 78 años, y cerrada, de momento, con Manuel, de cinco días. "Nosotros estábamos detrás del hotel Don Jaime y cuando tiraron aquello nos tuvimos que ir", cuenta Asunción. "Pero como nos quedamos en la calle, un policía nos dijo que nos metiéramos en la primera casa que encontráramos y eso hicimos", explica sin complejos.

De eso han pasado 27 años y puede decirse que la vivienda ya es suya. "Al principio vino el dueño a preguntar, pero los vecinos le dieron buenas referencias nuestras y nos dijo que nos quedáramos lo que quisiéramos". Ya no ha vuelto, dice.

Ahora, tienen la casa reformada y acoge a cuatro generaciones. Y que siga así, porque la chatarra no da para alegrías inmobiliarias. De la protección del barrio no sabe nada y casi prefiere no saberlo, porque ellos están contentos y tranquilos. "Ahora te metes en una casa y enseguida estás en el juzgado", recuerda su hija.