La fuerte caída de la actividad económica, las cifras del paro y el descenso de los costes inmobiliarios están provocando una auténtica revolución en los pequeños negocios, que caen con la misma facilidad que se crean. Aunque todavía son más los establecimientos que cierran que los que abren, en las calles se nota este movimiento, los barrios se despiertan cada día con tiendas y bares nuevos, una peluquería en la esquina, o una asesoría. Suelen ser, además, negocios muy visibles, enfocados a la calle para que la conexión con el público sea más rápida. Y es que sus promotores son personas en paro o autónomos desencantados que encuentran en el autoempleo, con la puesta en marcha de pequeños establecimientos, la única salida posible a sus economías domésticas.

Según explica el concejal de Actividades del Ayuntamiento de Valencia, Vicente Igual, la crisis ha golpeado duramente en los últimos dos años y ahora se está produciendo un repunte en la solicitud de licencias. Si en el año 2008 se pidieron 572 permisos para actividades nocivas o peligrosas, calificativo al que responden básicamente los bares y los talleres, y en el año 2009 esa cifra cayó a 497, en lo que va de año la tendencia se ha invertido.

Sólo en el primer semestre de 2010 se han solicitado 328, lo que significa que a finales del ejercicio la cifra puede superar las seiscientas.

Igual asegura que para este tipo de establecimientos se han agilizado notablemente los plazos de la concesión de licencias, situándose actualmente en torno a los seis meses. Es más, anuncia que la última disposición europea puede agilizar aún más esta trámite. También se ha producido un repunte en el número de cambios de titularidad, otra prueba más del movimiento que hay en este mercado.

«Han llamado más de 20 personas para quedarse la panadería, pero no rematan»

Pilar Marcián, de 56 años, está en el lado contrario. Es de las que quieren dejar un negocio y busca alguien que se lo quede. Se trata de una panadería de 280 metros cuadrados que comprende obrador, tienda y vivienda de tres habitaciones. El precio del traspaso es de 65.000 euros, a lo que hay que añadir luego el precio del alquiler, que «no será muy alto porque es de renta antigua», dice. Y la ubicación es buena, en la calle d´Escrivà, cerca de la Jefatura de Tráfico.

En cumplimiento de las expectativas, Pilar asegura que desde que puso el cartel —también la tiene en internet— ha recibido más de 20 llamadas interesándose por el traspaso, muchos de ellos de inmigrantes sudamericanos, pero «luego ninguno remata». No sabe si será el precio, los problemas de financiación o qué, pero así lleva un año y ya empieza a tener prisa, pues ella está sola —sus dos hijos han estudiado Turismo y Veterinaria— y no puede sacar adelante el negocio. Tanto es así que si llega una persona con verdadero interés por el traspaso ella está dispuesta a negociar el precio.

«Es un negocio ideal para una pareja o una familia, y más en el sitio que tiene», explica. A ella misma le gustaría poder mantener este negocio, pues, de hecho, cuando lo traspase tendrá que buscarse otro empleo.