Hay personas que tienen un mérito enorme. Uno de ellos, por ejemplo, es quien redacta los discursos de la alcaldesa de Valencia. Porque hay que tener mucha profundidad de léxico para, año tras año, decir lo mismo con distintas palabras. Sus primeras falleras mayores fueron Mónica Palmer y Carmen Serrano en 1992. Ambas son ya madres y en la corte de la infantil estaba la tía de la actual, Carmen Monzonís. Pero hay que echarle arrestos para reinventar, año tras año, unas palabras de bienvenida.

Hay que hablar de cosas buenas de la fiesta: "son las mejores de entre las mejores fiestas que hay en el mundo". Hay que referirse con elegancia a las que dejan el cargo, Pilar Giménez y Ariadna Galán en este caso. Hay que referirse a las fiestas hermanas de Alicante y Castellón. Hay que mostrarles complicidad: "sentir mi amistad como fallera de corazón". Y hay que lanzarles algún mensaje de optimismo y esperanza ante lo que se les avecina. "Estáis donde anhelabais estar, despertáis a un sueño forjado desde la más tierna infancia para el que la experiencia y la vivencia fallera os ha ido preparando año tras año".

Y, en todo caso, en alguna ocasión se añade una nota propia de los tiempos que se viven. En este caso, cuanto apenas un retazo a colación de lo que ella misma comentó no hace mucho. "Las fallas no pueden ni deben ser ajenas a los tiempos y a la realidad que vivimos. Son tiempos de austeridad, pero los falleros son capaces de hacer primar la sátira, el ingenio y la alegría por encima de la adversidad. La pasión se mantendrá intacta".

Ese es el guión de la proclamación de la fallera mayor de Valencia y así se cumplió. Un acto previsible para quien ve pasar los años, pero excepcionalmente bonito para quien es protagonista del mismo. Es un acto con momentos muy emocionantes, como la subida de la escalera, pero que ha disminuido su expectación. Años atrás hubo que poner incluso una pantalla debajo del ayuntamiento para que el pueblo no invitado pudiera contemplar el acto.

Y como si hicieran caso al mensaje de la primera edil de la ciudad, la Junta Central Fallera suspendió la tradicional cena de bienvenida con que se obsequia a las nuevas representantes de la fiesta. No debió importarle eso mucho a Laura Caballero, a Carmen Monzonís y a sus cortes. Ahora se van a comer el mundo.