Con la intención de dejarlos guardados en la memoria y ante la preocupación de que desaparezcan por los derribos que «todos los días de producen», Joaquim Diez, cronista oficial del Reino de Valencia, recoge en un libro que acaba de salir a la venta los edificios singulares del Grau, la Malva-rosa y el Cabanyal para que «no se olvide el patrimonio marítimo valenciano».

Diez lamenta que algunos de ellos hayan desaparecido y denuncia el «desinterés» de las instituciones valencianas por protegerlos. El recorrido parte de el Grau y su primera parada son las Atarazanas. Según relata, fue el 27 de agosto de 1338 cuando el Consejo de la Ciudad acordó la construcción de una Atarazana a la orilla del mar para guardar en ella las velas, remos, jarcias y demás elementos con el fin de no tener que alquilar otra ya que la ciudad no tenía ninguna en propiedad, «así, nacía uno de los edificios más emblemáticos de los Poblats Marítims de Valencia», recoge. De ahí, a la Aduana, al Baluarte —una poderosa fortificación que contenía cañones de largo alcance— , a la estación del Grau, al Gran Hotel del Puerto, el Mercat y al bellísimo Edificio del Reloj, entre muchos otros. Este edificio plateresco es, sin duda, el símbolo más reconocible del puerto de Valencia.

Sin subvención por dos capítulos

El Ayuntamiento de Valencia iba, en un principio, a subvencionar la publicación de este libro. Así, al menos, lo hicieron saber al conocer de su elaboración. Sin embargo, al detallar su contenido, mostraron sus discrepancias con la publicación de dos capítulos: La Lonja del pescado y el Horno de la Estrella. El autor, según afirma, mostró su negativa a eliminarlos, ya que, según reconoce, «son de gran valor histórico y muy representativos del patrimonio marítimo valenciano». Para el cronista, el motivo del rechazo era obvio, uno ya está derribado y en la Lonja, el ayuntamiento estudia el modo de trasladarla. Sin embargo, ante la falta de acuerdo por ambas partes, el ayuntamiento no prestó ayuda económica a este histórico documento, en su lugar, lo han hecho la Diputación y la Universidad Politécnica. M. p. VALENCIA

Un poblado de barracas

Desde sus orígenes, el Cabanyal-Canyamelar fue un poblado de barracas, que dice Diez. A medida que el pueblo creció, las barracas, con su fragilidad ante las llamas, se convirtieron en una vivienda peligrosa y hubo diversas ordenanzas que prohibieron su reconstrucción. A pesar de ello, en los años 60 aún pervivía alguna en la calle llamada de la Barraca. En el 1900, las barracas desaparecieron y el modernismo con su impronta marcó este barrio valenciano. El paseo por el Cabanyal arranca haciendo historia de las barracas y la trascendencia de la Séquia d´En Gasch, que dividía el Cabanyal y se convirtió durante décadas en un punto de referencia por su utilidad. Las aguas que llegaban al mar después de regar la huerta valenciana eran muy útiles para los vecinos de este barrio. Y de allí, al Horno de la Estrella, edificación ya derribada que databa del s.XIX, muy popular en el barrio en gran medida por su magnífico emplazamiento junto al antiguo mercado. En una de las viviendas de este edificio residió la familia de los Dutrús, uno de sus miembros muy famoso en aquella época por dedicarse al toreo cómico. De allí, repasa la historia del Ajuntament Poble Nou de la Mar, la Gallera —donde se organizaban peleas de gallos—, el teatro de la Marina, desaparecido, y el Horno de San Vicent del que explica Díez que sigue siendo el más antiguo de los que se encuentran en funcionamiento. lleva 135 años haciendo pan bajo la advocación de Sant Vicent Ferrer. En él, entre muchos otros productos, «hay que probar las rosquilletas —cuenta el cronista— son las mejores que conozco», afirma. En el libro se recogen las coloridas edificaciones modernistas que pueblan las calles del Cabanyal y llega a la playa y sus edificios históricos.

La popular playa de Las Arenas, con su famoso balneario y sus lujosos chalés burgueses ocupan las primeras páginas dedicadas a la Malva-rosa. La finca del Gas, la Ermita del Padre Mariana, el Casinet y finalmente, la Lonja. Está situada, aún, en la calle Eugènia Vinyes y está hecha de ladrillo árabe y es una muestra de la intensa actividad pesquera de la época. mención especial también tiene el antiguo matadero hoy reconvertido en centro de salud y el monumento a Sorolla que ya no mira al mar, sino a la Copa del América.