Sin ellos, la fiesta se queda incompleta. Lo amenizan todo. Desde la "despertà" hasta la Ofrenda, pasando por las entregas de premios, los pasacalles o la cabalgata. Son un ingrediente indispensable en la fiesta y todas y cada una de las 382 fallas de la ciudad de Valencia cuentan con un grupo de músicos para acompañarles, al menos, en la Ofrenda. Ahora bien, existen más comisiones que sociedades musicales. Por ello, las bandas reparten a sus músicos entre las diferentes fallas en grupos de entre 15 o 20 personas (a veces incluso menos). Un número "escaso" que ha criticado la Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana (Fsmcv) porque merma la "calidad sonora" de la fiesta.

Sin embargo, la necesidad es recíproca. Al igual que la falla precisa de una banda de música para amenizar los actos, los músicos disponen de unos días donde poder tocar junto a sus amigos y recibir un dinero por ello. Ahora bien, los intérpretes aseguran que, desde luego, tocar en fallas no implica montarse en el dólar, ni mucho menos. Y es que no es enriquecerse lo que les mueve.

Los miembros más jóvenes de las sociedades musicales son los verdaderos protagonistas de la fiesta. Las gafas de sol se convierten en su segunda piel, y más si se tiene en cuenta que en la "despertà", entre las 7 y las 8 de la mañana, ya están en la calle. Ahora bien, los jóvenes no tienen muchas oportunidades de tocar y que les paguen por ello. Y más si están aprendiendo o hace poco que pasaron "a la banda grande".

Para los concertistas jóvenes la semana de fallas es la oportunidad de ganar alrededor de 200 euros, aunque la cantidad oscila en función del número de actos al que hayan asistido. Y es que la mayoría de las sociedades musicales cierran un precio con las comisiones, que luego reparten entre sus miembros. También existen músicos que cobran entre 30 y 40 euros por cada acto en el que participen.

Lucía Zaragozá y Manu Climent tienen 16 años y tocan el saxo y el clarinete, respectivamente. Son ejemplo claro del músico que se deja la piel en fallas. Ambos pertenecen a la Agrupación Musical de Patraix cuyo director, Juan Antonio Pérez Pardo, tiene una visión concreta de lo que representa la música en fallas. "Siempre les digo a mis alumnos que hay que cuidar muchísimo la música que tocamos en fallas porque no hay concierto más numeroso que una Ofrenda, una entrega de premios o un pasacalles. Todo el mundo está escuchando, aunque sea desde sus casas, y hay que cuidar la calidad", explica el director.

Lucía es el tercer año que toca en fallas, y está encantada. "Disfruto mucho porque estoy con mis amigos haciendo lo que me gusta. Pero hay que estar concentrado y tocar bien porque somos muy pocos y si algo falla se nota enseguida", asegura la joven mientras reconoce que el primer año estaba nerviosa y que lo de tocar y andar a la vez "al principio cuesta un poco". Manu, por su parte, reconoce sin pudor que en fallas no para en torreta. Disfruta tocando y no se pierde una. "Como músico me encanta tocar en fallas pero hay que reconocer que es un desgaste grande porque vamos a todo y estamos 24 horas en la calle".