Hace 2.000 años, el río Turia, hoy con poco caudal, se desparramaba en múltiples brazos antes de verterse al Mediterráneo. Era una zona de marismas, insalubre y palúdica, que los íberos habían rechazado por ser poco higiénica. Pero los romanos, que ya tenían experiencias positivas en eso de asentarse en territorios húmedos y complicados -Roma está en una situación parecida, en su caso provocada por el río Tíber-, no se arredraron, y un grupo de militares licenciados se asentó en una ciudad llamada Valentia Edetanorum o, más comúnmente, Valentia, fundada por el cónsul de Roma Décimo Junio Bruto. Fue el comienzo de la historia de Valencia, cuyo nacimiento hace veinte siglos está llena de historias que contar.

Valentia era una ciudad relativamente grandes. Unos 1.500 habitantes vivían en ella, lo que ya es una cantidad más que respetable para la época. La disposición de Valentia era la habitual en las ciudades romanas. El urbanismo de la república era estricto: las ciudades se articulaban en torno a dos grandes vías, llamadas "decumanus maximus", que cruzaba la ciudad de este a oeste, y "cardo maximus", que la cruzaba de norte a sur. La urbe quedaba dispuesta en una cuadrícula casi perfecta. El modelo, que ha sido imitado actualmente en ciudades como Nueva York o todo el ensanche de la moderna Valencia, dividía la ciudad en "insulas", como manzanas. En el Museo histórico de La Almoina se reproducen algunas de ellas.

Divinidades de la ciudad

El centro de la Valencia que podía encontrarse cualquier ciudadano romano un día del siglo II a. C. estaba conformado, como no podía ser de otra manera, por el foro. EN la plaza principal de la ciudad, parte de la cual se expone en el citado museo y que estaría donde hoy está la plaza de la Virgen, había un templo, aunque no se sabe muy bien a qué dios estaba consagrado. Las monedas y demás utensilios de la época recuperados muestran un cuerno y unos rayos, por lo que el debate entre los historiadores se reduce a dos deidades: Júpiter, cuyo símbolo es precisamente el rayo, y Diana, una divinidad más salvaje que encaja con una concepción de Valentia más rural, más campestre. Hay que recordar que esa ciudad primitiva estaba construida sobre una zona agreste, por lo que tendría sentido que el templo estuviera consagrado a una diosa como Diana o, por qué no, a otras igualmente "primigenias", por decirlo de alguna manera, como Demeter o Venus.

El museo muestra parte del templo de las aguas, una edificación conformada por un estanque y un pozo votivo en el que se adoraba a las deidades acuáticas. Los ciudadanos de Valentia tenían muy presente el elemento fluvial que conformaba buena parte de su quehacer diario, por lo que en el templo adoraban no tanto a Poseidón como dios del mar sino a espíritus como las ninfas o las nereidas, unidas íntimamente a la naturaleza más salvaje.

Otra muestra de la importancia que los romanos de Valentia daban al agua son las termas. Estos complejos eran típicos en toda Roma, pero los que se muestran en el Museo de La Almoina son particulares porque son los únicos de esa época que quedan en toda España, además de los de Tarraco -Tarragona-. Las termas no son, en el siglo II a. C., el centro social que serán en la Roma imperial, pero sí cumplen la función de limpieza para las que fueron creadas. Además, incluso el acto de ir a las termas tenía algo de religioso, pues usarlas también purificaba el alma. Se trataban de un complejo de varias salas cuya distribución se distingue en la imagen que preside estas líneas. El recibidor, con paredes terrosas iluminadas por lámparas de aceite, daba paso a un vestuario en el fondo del edificio, junto a las letrinas. La primera estancia de las termas en sí era el "tepidarium", la habitación templada. En ella, una especie de sauna, los usuarios de las termas podían limpiarse la piel con aceites y con el vapor antes de pasar a la siguiente sala, la caliente. Consistía en una zona con bancos y una gran bañera de agua caliente. Ese agua venía de una sala adyacente, donde se calentaba en un gran horno. Cuando estaba fría de nuevo, se abría una espita en la parte inferior y el agua fría salía a la zona de bancos. El suelo de las termas de Valentia estaba compuesto por un mosaico en forma de escamas de pez, muy poco habitual y que, de nuevo, relaciona a la ciudad con el mar.

Cerca de las termas estaba el "horreum", el hórreo, un almacén de grano que en nada se parece a la edificación homónima del norte de España. Se componía de cuatro amplias naves donde se almacenaba el trigo y la cebada. Son los restos de la Valentia de Décimo Junio Bruto, lo que queda de esa ciudad primitiva.

Destruida en el 75 a. C. y refundada en el 5 a. C.

La historia de la Valentia romana "termina" en el 75 a. C. Ese año, el cónsul en Hispania, Quinto Sertorio, no acepta la llegada al poder en Roma del partido contrario, los optimate, que traen a nuevos cónsules. La rebelión de Sertorio vive una de sus primeras batallas en Valentia. El general Pompeyo, llegado de Roma, pasa a cuchillo a toda la ciudad. Mueren cientos de personas. Pompeyo quema Valentia hasta los cimientos. La refundación llegaría setenta años después, cuando entre el 5 a. C. y el 5 d. C. se refunda la ciudad. Las excavaciones recientes dejaron al descubierto una decena de cadáveres que habrían sido ejecutados en la batalla del 75 a. C. Todos los cuerpos mostraban signos de haber sido torturados, con empalamientos y mutilaciones. Junto a los cadáveres se encontraron utensilios y armas de hierro que fueron presuntamente utilizados para los asesinatos ocurridos durante la citada batalla.