A finales de año está previsto que la Generalitat Valenciana inaugure el complejo administrativo 9 d'Octubre. Pasará definitivamente a la historia la vieja cárcel Modelo sobre cuyos muros se han construido gran parte de las nuevas instalaciones. Pero el barrio recuperará la vida que un día tuvo. Las familias que peregrinaban a Valencia para ver a su seres queridos ya no pasarán el día en sus calles y sus bares, pero su estela la seguirán más de dos mil funcionarios que dejarán sus despachos actuales para ocupar lo que un día fueron celdas. Y habrá también miles de personas que tendrán que realizar gestiones y harán parada obligada en las proximidades.

Eso supone negocio y ya hay quien lo ha visto, sobre todo hosteleros espoleados por la crisis, de manera que la gran densidad de bares que un día generó la prisión se ha consolidado y se ha incrementado a la espera de los funcionarios. Sólo en los alrededores del complejo hay veinte bares y en los últimos dos meses han abierto al menos tres. Es posiblemente la mayor concentración de este tipo de negocios en Valencia.

La pregunta es: ¿serán demasiados?

De momento sí, porque en el complejo administrativo 9 d'Octubre sólo están los obreros que suben las cuatro torres de cristal y modifican el interior de la cárcel para poner oficinas. Pero el futuro promete. Frans Avetisyan así lo cree. Cada mañana sirve decenas de sus almuerzos populares para los obreros de la prisión y entre cacaos, olivas y enormes bocadillos cuenta sus planes. Según dice, él ya tiene un bar en la zona y conoce la situación, así que hace un año decidió coger este local, el Galia, que es un histórico, pero que por la soledad y la crisis estaba en horas bajas. "Ahora lo tengo como estaba -cuenta- y nos dedicamos básicamente a los almuerzos y alguna cosa más, pero cuando vengan los funcionarios tengo previsto hacer reforma y cambiar los menús. También los precios", dice entre risas.

Para él no cabe duda de que habrá negocio -"por eso me he venido aquí", dice- y lo que espera es que las obras acaben pronto, que no se demoren.

También veteranos y optimistas son en el Ruiseñor II, un bar relativamente nuevo que opera básicamente como cafetería y que también sirve comidas. "Esto se abrió hace cuatro o cinco años -dice Eva- sin pensar en nada, pero ahora si se piensa en orientarlo al nuevo negocio y en que acaben las obras, que ya veremos cuando acaban", añade con cierto soniquete.

Nuevas ideas

Pero junto a los antiguos negocios ha empezado a proliferar los nuevos, uno de ellos el bar Modelo, nombre que evoca la antigua prisión pero que es uno de los locales más modernos de la zona. Detrás de la barra está Vicente, que lo montó hace un año y aguanta el tirón a la espera del maná. Según dice, este local era una imprenta y él decidió hacerlo un bar. "Estaba en paro y algo había que hacer", relata, así que aprovechó que el local era suyo para montar un negocio. "Estaba fácil".

De momento, el local lo tiene orientado a los desayunos y en el futuro "ya veremos". "Yo estoy contento porque hago lo que quería hacer y es una salida", aunque para competir con el resto de locales ha tenido que "hacer algo nuevo".

En la misma línea Marcos ha abierto hace apenas dos meses una franquicia de Cafés Valiente. "Después de un tiempo en el paro pensé en esto", dice. Y esto es "el negocio de los funcionarios".

En su caso el problema no es la clientela, sino el Ayuntamiento, al que culpa de retrasar la licencia de la terraza y tenerlo al borde de la quiebra. Si no resuelve pronto este asunto lo va a pasar mal, porque "la diferencia entre tener la terraza o no es cerrar o tener un empleado", afirma. "Yo lo he hecho todo con la ley y no entiendo que el Ayuntamiento me ponga problemas con la que está cayendo".

Temor a la saturación

Precisamente eso, la que está cayendo, la crisis económica que todo lo arruina, es lo que preocupa a estos negocios. Cuando uno abre sus puertos el de al lado lo mira de reojo, tiene la sensación de que no hay sitio para todos y se preocupa. Quizá no haya espacio para todos.

El propio Marcos asegura que después de él han abierto otros dos bares más y con similares perspectivas, lo que no deja de ser un problema. También Vicente cree que "hay demasiados bares" y teme que habrán más. Pero es Pili, responsable del Rinconcito de Vane, la que más crudamente expone esa realidad. El bar en el que trabaja abrió hace cinco años aprovechando un traspaso. Y no lo tiene claro.

"Se creen -dice- que esto es la gallina de los huevos de oro y eso nunca va a llegar. Están abriendo muchos negocios por aquí, sobre todo bares, y yo creo que se equivocan. A cafés no se hace rico nadie", sentencia.

Es más, en su opinión, las obras no van a estar terminadas en el mes de noviembre, como se dice. "Igual están en noviembre, pero de 2015" bromea. Sea como fuere, el barrio sigue en ebullición a la espera de los funcionarios. Y los bares parece que son el negocio emergente, casi exclusivo. Las perspectivas en este sentido son tales que un gran bajo comercial de la calle Rincón de Ademuz ha colgado un amplio cartel ofreciéndose en alquiler con la leyenda "290 metros cuadrados, salida de humos, dos calles".