Hace un año que Rayo y Rubio esperan a su dueño, pero éste no llegará. Estos dos canes viven en el cauce del río Turia, concretamente en las instalaciones deportivas del tramo II del parque urbano. Su dueño, Antonio Olea, falleció hace un año de un cáncer que le arrebató la segunda oportunidad que el Club Deportivo El Rumbo le había ofrecido.

Y es que esta veterana escuela de fútbol de la ciudad acogió hace diez años a un indigente y lo convirtió en vigilante y mantenedor de las instalaciones deportivas que usa la plantilla para entrenar.

El club se convirtió en su familia, le ofreció trabajo y alojamiento. De hecho, Antonio vivía en una de las casetas de mantenimiento de las instalaciones deportivas, donde todavía hoy continúan algunas de sus pertenencias, como la radio que a veces escuchan los perros para no sentir la ausencia de su amo y que enciende José, el chico que se encarga ahora de los perros.

Antonio "era un trabajador nato", cuenta Tino, expresidente del club que ostentó el cargo durante más de 17 años. Tino lo conocía bien, él le contrató. "Vivía debajo del puente hasta que empezó a trabajar con nosotros", explica. "Era como de la familia". Tanto era así que el propio club costeó los gastos del tanatorio e hizo una misa en su honor cuando falleció en octubre de 2010, a los 56 años. "La iglesia estaba a reventar, no cabía un alma. Todo el club fue a despedirle", narra Tino.

De Antonio poco más saben en este equipo. Procedía de Jaén, provincia de la que se marchó aparentemente para apuntarse a la Legión. "Creo que también fue cocinero y se había embarcado alguna vez", recuerda Tino. Tenía familia, pero asegura el dirigente del club que Antonio no quería saber nada de ella. "Aquí vivía bien, tenía un hogar, sus perros, su sueldo. Pero fumaba mucho. Incluso lo vi fumar en el hospital", cuenta Tino.

Un hogar para Rubio y Rayo

Tenía a sus perros, sí. Rayo, el más viejo, tiene cerca de trece años. "Lo conozco de toda la vida", explica un joven jugador del club. Rubio vino más tarde. Su nombre engaña, porque su pelaje negro es fácilmente distinguible entre los jardines que rodean el campo de fútbol de tierra.

Los dos animales acuden cada mañana a la caseta donde solían vivir. José, el joven pintor del barrio que cuida de ellos, la abre y les deja dormir ahí, les enciende la radio y les da de comer. Pero la situación no es sostenible. La caseta no ha sido limpiada desde que Antonio ingresó en el Hospital General, donde falleció al poco tiempo.

Los responsables del club están buscando una salida, porque no se pueden hacer cargo de ellos eternamente.

"El nuevo vigilante no se queda a dormir, por lo tanto no necesita a los perros", explica Tino. Y es que los canes ejercían también de una valiosa alarma de seguridad cuando Antonio escuchaba ruidos sospechosos en la noche. "Pero llega un momento en que hay que buscar otra solución", lamenta Tino.

Ambos perros necesitan ahora un hogar. Para el próximo mes de septiembre se espera el comienzo de las obras de remodelación del campo de tierra donde entrena El Rumbo. Se prevé el cambio del terreno de juego a césped, así como alguna reforma en los vestuarios, según fuentes de la Fundación Deportiva Municipal. Esta es una de las razones por las cuales los responsables del club han decidido buscarle un hogar "de verdad" a los perros.

"Van a empezar las obras y los perros no pueden ir vagando por ahí", indica Tino. "Algunos padres se han quejado de la presencia constante de los animales", añade Toni, presidente actual de la escuela de fútbol. Los representantes del club indican que no son perros peligrosos, incluso especifican que llevan el chip obligatorio de reconocimiento. Pero ellos no pueden continuar haciéndose cargo de los animales, la manutención de los cuales en este momento corre a cuenta del propio José.

Sin embargo, no es fácil desprenderse de los canes. Al igual que lo fue Antonio, su dueño, ellos forman ya parte de la historia del club y de la "familia" que representan. Algunos de los socios del equipo, los más jóvenes y dados a los avances tecnológicos y nuevas redes sociales, les están buscando un hogar por internet, de manera que han puesto anuncios en varios portales.

Por su parte, la dirección de Rumbo se puso en contacto con la Sociedad Valenciana Protectora de Animales y Plantas (SPVAP), pero el resultado fue totalmente infructuoso. Según indicaron fuentes de la Protectora, no se pueden hacer cargo de los perros, ya que están saturados "y sin recursos". De hecho, denunciaron la saturación que padecen en sus refugios.

Ante este panorama, la entidad deportiva ha decidido redactar un escrito que presentarán al departamento de Sanidad de la autoridad correspondiente, así como a los servicios sociales. "Sólo necesitan a alguien que les cuide", sentencia Tino. Cariñosos, viejos, olvidados. El objetivo es evitar a toda costa que sean abandonados.