La revista «La Catedral», dedica su último número a la «Catedral mártir» por el martirio de sus obras de arte en guerras y devastaciones. El artículo de Alfonso Sanfeliu habla de las relaciones de los canónigos y la ciudad, como el ilustrado Mariano Liñán que promovió la primera conducción de agua potable de Valencia, y el archiconocido Roque Chabás por su aportación a la documentación de archivo con metodología científica. Continúa su recorrido a través del impacto de los conflictos en la Seo. La Germanía, en cuya revuelta popular armada contra la nobleza y los mudéjares sus criados, se fortificó con la puerta caladisa, sufriendo mutilaciones en la puerta de los Apóstoles. Se echa de menos un recuerdo del obispo auxiliar Aparici Giralt, cuya decidida intervención y la de de los canónigos que fueron al encuentro del ejercito Borbón en legación de paz, impidió que Valencia fuera destruida como Xàtiva. La guerra del Francés, los temores a la rapacidad napoleónica, la intervención del arzobispo Joaquin Company, de Penáguila, y la fundición del retablo mayor de plata en Mallorca por el gobierno para sufragar la guerra.

Arde la catedral, asaltada por las turbas los días 21 y 23 de julio de 1936. Dos puntos concentran el fuego: la sacristía, donde el calor calcinó las joyas pictóricas de la sala capitular, con obras Ribera, Saxsoferrato, Vergara... El antiguo vestuario de los canónigos también fue pasto de las llamas, pereciendo las imágenes argénteas de los patronos de la ciudad con sus andas y la urna del monumento, entre otras muchas piezas de platería. La Catedral sería utilizada, como almacén de artículos militares y depósito de comestibles. El martirio de las obras ha quedado documentado a través de magníficas fotografías de la nave central o el archivo saqueado. Siguen otros dos artículos sobre el retablo mayor, un asunto aún no resuelto, por desgracia. El primero un dibujo del antiguo retablo de plata, cuyo detallismo avalaría su utilidad en la deseada reconstrucción de la obra, ahora que se habla de ello, permitiendo olvidarnos de la reciente tela blanca que a pocos agrada. Vale la pena constatar el esfuerzo que han realizado numerosas parroquias de la diócesis en la reconstrucción de sus retablos mayores. ¡Como no va a poder hacerlo Valencia! ¿Quedará al margen la catedral?

El artículo del profesor Fernando Pingarron presenta, con su habitual rigor, la génesis de último retablo neogótico, destruido en la Guerra Civil. Su corta vida reclama atención sobre las vicisitudes de su gestación, en la que tuvo gran protagonismo el cabildo, que nunca se resignó a carecer de una obra digna que presidiera el testero del primer templo de la diócesis. Como colofón, Vicent Pons Alós, archivero de la catedral y profesor de la Universitat, nos descubre el patrimonio perdido (la Virgen del Saxoferrato, el sermonario de Sant Vicent Ferrer…) o disperso: el Ayuntamiento de Valencia conserva las dos aldabas góticas de las puertas de la sacristía, el escudo del rey Don Jaime, hasta 1936 en la capilla Mayor, vestiduras sagradas hoy en el Puig, frontales del siglo XV, y el museo de Santa Cruz de Toledo una bellísima cruz gótica. Los trabajos sobre la capilla de San Pedro y la restauración del lienzo titular de la capilla de San Agustín, del pintor José Camarón, nos lleva a reflexionar sobre las heridas de nuestro patrimonio. Cierra la revista la creación del Aula Perez Bayer, en el centenario del nacimiento de este hombre de la Ilustración.