Son las ocho de la tarde y en la calle Barcelonina, en el corazón de Valencia, tiene lugar un interesante encuentro. En la sede del centro español de Sindonología, o lo que es lo mismo, la entidad encargada de realizar estudios sobre la Sábana Santa, se reúne cada semana «Catholic Voices», un grupo de católicos de todas las tendencias dispuestos a aprender técnicas de comunicación para trasladar el mensaje de la Iglesia de Roma en temas de actualidad a los medios de comunicación.

Tras una selección, sólo quince son los alumnos que reciben esta formación. El jueves pasado la sesión se dedicó al tema de los abusos de miembros del clero a menores. Sentados en círculo y con una pizarra en el centro de la sala repasaban los principales argumentos con los que debatir y reforzar la postura de la Iglesia en este peliagudo asunto. El mecanismo a seguir es fácil: se proporciona información sobre el tema durante la semana, buscan los aspectos positivos y negativos, los debaten, los defienden y finalmente, un periodista les somete a una batería de incisivas preguntas a las cuales han de responder de manera convincente los pupilos.

La iniciativa no proviene del gabinete de prensa de ninguna de las instancias de la Iglesia católica, sino de Pilar Conesa, una profesora de la Universidad Politécnica de Valencia, que una mañana del pasado mes de septiembre quedó sorprendida al conocer el proyecto que estaban llevando a cabo un grupo de católicos ingleses durante la visita del Papa Benedicto XVI al Reino Unido, con motivo de la beatificación del cardenal Newman. Allí, Jack Valero, un catalán afincado en Londres, emprendió la aventura de crear unos comunicadores alternativos a los canales oficiales de la Iglesia, pero siempre manteniendo los pilares que ésta predica. La idea de Valero fue todo un éxito, en cuatros días los «catholic voices» hicieron 80 intervenciones en televisión.

«Estamos cansados de ver que los católicos no comunican bien. Hay que dar la cara por Cristo», comenta Pilar. En este sentido, la idea es formar a católicos de a pie que se enfrenten a micrófonos y cámaras, autorizados pero no oficiales, bien entrenados pero no profesionales.

Pronto Pilar contactó con un grupo de gente con sus mismas inquietudes que le ayudó a coordinar el proyecto. Además, se reunió con Valero para que éste le explicara las directrices a seguir. Así, el proyecto valenciano está hecho a imagen y semejanza del inglés, y a su vez, ha servido de germen para los grupos que se están creando en Madrid y Barcelona.

En marzo lanzaron un comunicado a los medios para que todos los interesados se presentaran a las pruebas de selección. Finalmente se presentaron 42 personas, que tuvieron que exponerse a los focos y enfrentarse a un examen que midió el nivel de compromiso de los candidatos con la Iglesia.

Sesiones de entrenamiento

Pero no todos consiguieron pasar el reto. «Hemos buscado perfiles complementarios: abogados, ingenieros, amas de casa...» En total son ocho chicos y 7 chicas, de diferentes edades y corrientes católicas. «No queremos crear polémica, se trata siempre de buscar un espíritu conciliador», explica Pilar.

La del pasado jueves fue la penúltima de las diez sesiones de formación que recibirán los futuros portavoces. «No os enrolléis tanto», decía Javier Jiménez, otro de los coordinadores del proyecto, mientras se ensayaba un debate ficticio con periodistas. «Hay que distinguir entre personas e institución», remarcaban los profesores, para modelar y orientar el discurso que los alumnos intentaban proyectar. El grupo tendrá su primera prueba de fuego el mes que viene, coincidiendo con la visita del papa Benedicto XVI a Madrid para la Jornada Mundial de la Juventud, pero la intención es que a largo plazo sus nombres figuren en la agenda de los periodistas.

«Creo que se necesita empatía para poder hacer esto», explica Deborah, una de las futuras portavoces. Su marido Manolo también será un «Catholic Voices» al finalizar el curso. Los dos indican que no les molestaría ser contertulios en algún programa de televisión o radio, pero no se lo plantean como un trabajo, sino como un ejercicio de solidaridad y servicio a sus creencias. «Iremos a la JMJ y si algún medio nos requiere estaremos disponibles», anuncian. «Miedo no, pero nervios un poco sí», dice Pablo ante la perspectiva de hablar con periodistas. «Nos han enseñado que los medios son nuestros amigos, no enemigos», añade. «Nunca se está lo suficientemente preparado», comentó Isaac.

El Arzobispado de Valencia dio su consentimiento, y aunque no disponen de ningún tipo de financiación externa, parece ser que nadie podrá impedir que estas nuevas voces de Dios se queden mudas.