La Societat Bibliogràfica Jerònima Gales, que está cercana a cumplir dos décadas de presencia en la vida cultural valenciana, acaba de editar una guía inédita de Valencia, peculiar retrato de la primera mitad del siglo XIX. Una ciudad que ha experimentado tantos cambios en las tres últimas décadas se nos aparece aquí como debió ser en su sentido más vital, no sólo en la morfología urbana, sino en sus gentes y formas de vida cotidiana. Ese halo popular que le da el autor, el de un hombre común, hace de esta guía-crónica un relato cercano, plagado de curiosidades que hoy nos pueden resultar sorprendentes.

La edición ha estado a cargo del conocido bibliófilo e historiador de la Valencia cotidiana y oculta, Rafael Solaz y Albert, actual presidente de dicha Societat. Con la excelente colaboración en esta tarea de Vicente Chambó en la maquetación y diseño y la imprenta Romeu. Solaz nos explica con detalle, en el estudio preliminar que antecede al dietario-guía, la forma en que dicho manuscrito llegó a sus manos, procedente de la biblioteca del jurista Manuel Marqués quien le advirtió «que era libro curiosísimo y que le tenía mucho aprecio». Solaz se lo compró y durante años lo ha mantenido en su biblioteca hasta hoy que ve la luz para todo lector interesado. Su excelente trabajo no sólo se limita a la transcripción del texto y el estudio preliminar. Analiza el estilo del autor, realiza un breve apunte biográfico de lo poco que se sabe de él y explica el paradero de sus escritos en gran parte perdidos, de entre los que destaca un Dietario de Historia de Valencia que abarcaba de 1800 a 1830 y constaba de cinco tomos.

Hace años que varios historiadores andamos tras su pista. Además de poner a disposición de la Societat el manuscrito de su biblioteca, Rafael Solaz ha añadido un índice con los encabezamientos de párrafos que figuran también al final de libro, para que el lector interesado en un tema vaya directamente a la página donde habla de ello, ya que Carsí anotaba sin un orden sistemático. Pablo –o Pau- Carsí no se limitaba a describir. Opinaba y valoraba. Así, se nos muestra crítico con los vicios del sistema de enseñanza: «En Valencia habían muy pocos que supieran escribir y leer, consistía mucho, por la mala enseñansa que los maestros daban a los chicos, pues el que no sabía bien la lección, o que hablara, al momento llamaban a dos chicos, un poco más grandes y hacían que le bajaran el pantalón, y el uno se lo cargaba de las manos a cuestas, y el maestro le levantaba la camisa, y con una correa gruesa, le daba en el c. más de dose asotes».

Aunque en la descripción de Carsí notamos la falta de ampliaciones en las noticias que aporta así como la ingenuidad y simplicidad de algunas de sus frases, todo ello es suplido por una sincera descripción, una lectura comprensible acompañada de un esbozo un tanto infantil en su forma de expresión.

Nuestro autor dice que en Valencia pocos sabían hablar en castellano. Indiscutiblemente él hablaba normalmente en valenciano. Y en el texto se aprecia por las formas «valencianizadas» del rudimentario castellano que utilizaba. Precisamente, el manuscrito comienza por los modos de hablar de los valencianos y los diversos tratamientos a las personas de más rango. Rezuma el texto cierto tono anticlerical y republicano, nada extraño por los años en que escribía.

Esta «obra menor» de Carsí contiene interesantes observaciones y datos sobre urbanismo. De hecho, puede completar las más enjundiosas y sistemáticas guías de Orellana, Boix o el Marqués de Cruïlles. En cualquier caso, tenemos para ello el extenso y cuidado catálogo de guías que el mismo Solaz llevó a cabo en 2002 («Guía de las guías de Valencia (1700-1975)» o la guía histórica del ya fallecido Juan Luis Corbín. Después de los usos del lenguaje, analiza la indumentaria o, como dice, «el modo de vestir de las mujeres y los hombres». La instalación del gas en la ciudad, el empedrado de las calles, la depilación en las mujeres, la horca, las noticias de la Valencia más profunda, la mágica o supersticiosa, el Baratillo o Encant, el comercio del cacahuete, la instalación de las primeras fuentes públicas, las epidemias del cólera, algunas fiestas, los uniformes municipales o el derribo de los cementerios parroquiales, son otras noticias de interés.

En otra parte del libro, la que más bien parece una auténtica guía de la ciudad, describe los conventos, las iglesias, las posadas, las características escaleras de caracol, las manzanas, las calles, el derribo de los conventos, algunos monumentos o lugares de interés y hasta algunos de los establecimientos más visitados como eran los cafés donde se jugaba al billar o las casas de refrescos.

En definitiva, un colorista panorama de una Valencia perdida en la memoria, primaria, auténtica y cercana a un mismo tiempo, que nos acompañará en su lectura si paseamos los lugares que describe, como el curioso lector de Alenza que aparece ilustrado en la cubierta del libro.