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María del Sagrario, madre superiora de las Carmelitas, está contenta. "Ya se han ido". No se refiere a una manifestación molesta, a unos vecinos gritones o a unas nubes persistentes en medio del verano. Se refiere a una plaga de termitas que acabó con los marcos de las puertas de las plantas inferiores del monasterio de la Encarnación, en la calle Balmes de Valencia, antes de "ir subiendo, subiendo", como dice María del Sagrario, hasta la parte más alta del edificio, donde comenzaron a atacar a las vigas, "con riesgo a que se nos cayera el techo encima", relata la superiora desde más allá de los barrotes impuestos por la clausura.

Cuenta que todo comenzó en 2002, cuando ella aún no era superiora. "Estábamos limpiando una puerta y al golpearla sonaba hueca", explica: "Metí la mano... y millones". "Por dentro era como serrín", indica María del Sagrario, con los ojos muy abiertos, quizá tan sorprendida como se quedó aquel día. Otra monja, ingeniera, se lo dijo: "Son termitas".

"Los carpinteros no podían hacer nada, así que tuvimos que llamar al exterminador", dice María del Sagrario. Las puertas del convento están cubiertas con cinta aislante, para preservar la imagen del monasterio, porque hay zonas en que todo lo que queda es puro serrín. "No sé muy bien cómo funcionan -señala la superiora-, pero sí sé que empezaron a subir y subir hasta el techo, y allí se comieron las vigas". Según esta monja, la madera de los travesaños de la parte más alta del edificio "es tierna, de mala calidad", por lo que es pasto fácil para las termitas.

Así las cosas, con el peligro, siempre según la superiora de las carmelitas, de que el techo se les cayera sobre sus cabezas, las monjas entraron en internet y se informaron de cómo actúan estos pequeños animales, que se habían comido buena parte de las puertas de madera del monasterio -no así los sillares o el coro- antes de que la comunidad se diera cuenta de ello. Se pusieron en contacto con una empresa de exterminadores, lo que, en palabras de María del Sagrario, "es lo mejor que podíamos haber hecho". Eso fue hace aproximadamente un año, y ahora se han librado por fin de la molesta plaga. Los exterminadores pusieron unas trampas "en puntos determinados" del monasterio con el fin de atraer a las termitas y matarlas lejos del edificio, toda vez que estos animales "se llevan la comida al termitero, que puede estar a kilómetros de aquí", cuenta María del Sagrario, que a fuerza de ver los marcos de sus puertas reducidos a serrín se ha convertido en toda una experta en termitas.

La limpieza, valorada en más de 24.000 euros, fue sufragada por las hermanas, "mediante donativos", como dice la superiora, aunque ahora la Diputación de Valencia va a sufragársela. "Hemos pedido la reforma de las puertas y de las vigas, y esperemos que nos la concedan también", concluye María del Sagrario.