El zoo de Viveros comenzó su andadura como un recinto provisional con 25 animales y un líder indiscutible: el chimpancé Tarzán. En aquella época (1965) y durante 42 años, muy pocos niños de Valencia se perdieron la visita al zoo de la ciudad, un recinto que permence abandonado desde que cerrara sus puertas el 1 de agosto de 2007. Desde entonces, la parcela está vallada, y la puerta -con grafittis en la persiana- cerrada a cal y canto. El recinto ha sufrido varios intentos de saqueo, los temporales han dejado mella en los terrenos y los matorrales y arbustos crecen a sus anchas.

Las familias o vecinos que pasean frente a la puerta del antiguo zoo de Viveros se lamentan del estado en el que se encuentran las instalaciones, como consecuencia de los viejos recuerdos asaltan la memoria. Y es que el viejo zoo llegó a tener 60 mamíferos y cerca de un centenar de aves.

Hace cuatro años, el zoo de Vivieros llegaba a su fin. La construcción de unas instalaciones amplias y muchos más adecuadas para los animales -el Bioparc de Valencia- pusieron el punto y final al pequeño zoo de la ciudad, donde la falta de espacio de los animales era evidente.

Las instalaciones cerraron sus puertas y gran parte de los animales se trasladaron al Bioparc. El resto fueron repartidos por zoológicos europeos. Los últimos en marcharse fueron tres hipopótamos. Hoy en día, la piscina donde chapoteaban está totalmente abandonada.

Desde el primer día

Ahora bien, el Ayuntamiento de Valencia mantiene el mismo proyecto para el recinto que cuando se cerró hace cuatro años: Anexionar la parcela -de 4.000 metros cuadrados- a Viveros y ampliar así los Jardines del Real. Sin embargo, el ayuntamiento sigue reservando un espacio para albergar allí las colecciones Torres Sala y Sirio de Fez. Las colecciones se trasladaron a una alquería en el paseo de la Pechina que espera la ampliación de Viveros -y la rehabilitación de un edificio que albergará las colecciones- como agua de mayo.

El plan para el viejo zoo de Vivieros está claro desde el primer día, pero no ha avanzado nada. Y es que ni existe proyecto en firme, ni plazos previstos ni partida presupuestraia para acometer las obras.

Mientras tanto, las instalaciones que albergaron durante 42 años a leones, rinocerontes y chimpancés acumulan suciedad ante la indignación de los vecinos, que recuerdan cómo sus hijos corrían hacia su animal favorito en cuanto ponían un pie en el recinto, o cómo reían cuando veían a los monos comer plátanos como locos. Lo que nadie discute, eso sí, es que los animales del viejo zoo ahora viven mejor.