Olvidamos que en la década de los ochenta los españolitos nos comimos, solitos, la propia crisis económica; uno de los empachados fue el joven Manuel Molero Redolat, arrojado a las tinieblas del paro forzoso, sin más entretenimiento que leer y releer la multitud de tebeos que constituyeron su gran afición mientras pudo dividir sus días entre el trabajo y el ocio. Imbuido del arrojo de sus historias y la osadía de sus héroes, se embarco en la aventura de ser empresario abriendo un quiosco en la calle de Balmes, exclusivamente dedicado a los tebeos, sin prensa, sin revistas, sin otro tipo de publicaciones con excepción de la Cartelera Turia. Entre los augurios de fracaso absoluto de sus adláteres, llegó a tan buen puerto que se traslado a su actual emplazamiento en el número 53 de la calle de Guillem de Castro y, pese a la amplitud del local, se extendió a la planta baja adyacente.

Don Manuel es un hombre vitalista, aspecto juvenil, mirada franca, a la que ayuda su hermana, la encantadora y rubia Tere. No están solos; encontramos al hombre, al cantante, de voz arrebatadora; a Jose, de los dedos ágiles saltando por la guitarra. A Felipe, con barba y melenas de eremita y rostro de Zape. Los tres, que se parecen a los héroes de sus historias, eran clientes entusiastas que un día engrosaron la nómina del negocio que pudo ser gracias a que antes de ellos ocurrieran muchas cosas; que Guttenberg inventara la imprenta en el S. XV, que en el XVII Inglaterra publicase el primer periódico, que la prensa se extendiera desde Filadelfia, donde nació en 1704 a todos los países del cono norte y que alguien, en algún momento, insertara en estas publicaciones informativas y dedicadas a los adultos unas viñetas dibujadas dedicadas a los niños de cuyo éxito total nació el tebeo, con la diferencia de que en aquellos predomina la letra, el relato, y en estos las imágenes representativas de la historieta.

Antes del S. XV las historias inventadas se llamaban poemas, novelas o cuentos; estos últimos, en su mayoría de origen oriental y tradición oral, se han asociado históricamente con la infancia y cual forma educativa ganándose el beneplácito de los padres que en atención a sus sabias enseñanzas y moralejas los han preferido a los tebeos, contra cuyo contenido determinados sectores han arremetido sistemáticamente, mientras que los tebeos y comics reflejan la brutalidad del ser humano. Así, imaginamos a la dulce madre atrayendo el sueño de su criatura con una historia que siempre termina bien para el niño o la niña que son buenos y jamás leyéndole un comic...¡Cuanto cuento! Pues fíjense ustedes; Ni los más terroríficos relatos actuales pueden aquilatarse al horror que encerraban muchos de esos acreditados cuentos, ellos, a su crueldad, al sexismo, al racismo, y otras lindezas. En Caperucita Roja, el leñador extrae a niña y abuela abriendo el vientre del lobo que rellena de piedras; las piedras provocan tal sed que el cánido acaba ahogado en el rio. La madrastra de la Cenicienta es castigada a ponerse unos zapatos de hierro candente y obligada bailar hasta la muerte. La de Rosita y Joaquinito, que sustituye por su hija fea a la hijastra guapa es condenada a morir viva en la hoguera y la fea a ser devorada por las fieras del bosque. En Una buena acción, nada menos que San José castiga a las malas niñas que le niegan el camino para llegar al pueblo a ser negras y feas y la que hace de tomtom a ser blanca y guapa. El Gato con Botas finge que su amo es el Marqués de Carabás para pegar el braguetazo con una princesa. Todos ellos hacen constar, expresamente, la licencia eclesiástica. No es de extrañar que en alguna de sus versiones el final resultare alterado. Pero de todo hay en las viñetas del Señor.

Por lo tanto, quienes opinan que los comics siembran la violencia y pervierten a los jóvenes cometen un doble error porque en ninguno de sus personajes encontramos barbaries ni parecidas; los comics son una específica forma literaria y, como tal, expresión artística que embelesa a niños, jóvenes y mayores.

El tebeo es el romancero de los héroes y el cantar del antihéroe. A Roberto Alcazar, el Guerrero del Antifaz, el Capitán Trueno y tantos otros se oponen los personajes propios de la picaresca, los sacados de las miserias humanas; holgazanes, cacos, miopes, chapuceros, solteronas, madres sufridas, niños diabólicos, espias de pacotilla, grandes ágapes, encarnados en el botones Sacarino, Rompetechos, Pepe Gotera y Otilio, las hermanas Gilda, la familia Cebolleta, Zipi y Zape, Mortadelo y Filemon, Axsterix y Obelixse. Sus nombres, y tantos otros imposibles de enumerar, que tan felizmente nos han alegrado las horas de lectura, han pasado por propio derecho a la historia de la filmografía y forman parte del vocabulario irónico de la calle.

Futurama Comics es grande, de techos altos, luminosa; a la derecha penetras a un pasillo que semeja una calle dormida bajo un cielo de tinieblas rasgadas por luceros que brillan en la tenue luz de las vitrinas y los pequeños escaparates bajo el suelo donde las figuras de los héroes parecen prestas a emerger imponiendo su reino de misterios. Las pisadas fenecen en el pavimento amable absorviendo las pálidas huellas del ensueño. De las paredes penden los árboles de la imaginación adornados de flores de papel y el Roberto Alcazar, El Guerrero del Antifaz, , el Rey Moro, Superman, conviven en el viento reservado con Goku, Piccolo, Vegeta, Bulma y Gokü. La Bola del Drak marcó una etapa en la primera juventud de los ahora cuarentones que lo sienten como patrimonio intelectual propio e inician a sus vástagos en el universo que recreó sus días cuando solo existían fotocopias en blanco en negro, escritas en japonés, que pasaban de mano hasta que las televisiones autonómicas las difundieron porque las publicaciones gráficas llegarían tardíamente, con el sistema nipón de inversión de lectura y secuencia de imágenes. Son Gokü es una alarde de afán de superación, la valentía, la nobleza la amistad, a lo largo de su periplo para conseguir las siete bolas que le concederán un gran deseo.

El primer local recoge los ninja; en el segundo los tebeos y cómics de siempre y ha incorporado obras de ciencia ficción entre las que proliferan las más reclamadas actualmente, de Isaac Asimov. Este es el único rasgo organizativo de la tienda; no hay un solo ordenador, no existen los archivos. Manuel, Tere, Jose, Joanito y Felipe saben donde está cada ejemplar de cualquier colección y van directo a facilitársela al cliente. Podemos encontrar versiones antiguas encuadernadas en papel apaisado; recopilaciones...Pero quien quiera que desee uno específico, o lo encuentra allí o es que no existe.