Permítame Levante-EMV y los lectores que me refiera a las tiendas de última necesidad. Y no me lo reprochen porque las compañías aseguradoras les recuerdan mensualmente que la vida es tránsito y, con ellas, otros colectivos, mutuas o colegios profesionales que incluirán en las cuotas el sepelio y, como lo más de lo más, la repatriación o el traslado desde otra localidad o punto de la carretera. La muerte espanta, incluso a quienes dicen no temerla; a creyentes y no creyentes, con la única diferencia de las perspectivas. Arranca un trozo de vida a los que quedan privados de una compañía que consideraban imprescindible y le acompañan con el paso desmayado, la añoranza de esa última conversación que pudo tenerse y no se tuvo, las nubes descendiendo a la mirada para cubrirlas de lluvia soportando el más real de todos los sufrimientos. La muerte siempre es tragedia que viste el alma de un luto mucho más prolongado que el de los cuerpos y solo el tiempo permite una adaptación a la ausencia de la persona amada que llamamos el consuelo.

Si una jornada de la vida resulta cara, el día de la muerte lo es mucho más. Si no has previsto los gastos que van a producirse, tu alma subirá al cielo al mismo tiempo que tus parientes se caigan al suelo cuando se enteren de lo que costará darte sepultura. Los ritos fúnebres constituyen un lote con elementos imprescindibles; el arca funeraria y el transporte del féretro, y otros que pueden aminorarse en razón del presupuesto y que, en conjunto, concentran desde el certificado de fallecimiento, el arreglo personal y vestido del difunto, la locomoción más o menos lujosa de los acompañantes, las coronas y ramos, según temporada y tamaño, la esquela que échale 500 euros, otros 1.000 por el alquiler durante una década del nicho y si celebra solemnes funerales, misas u otros rezos, la Santa Iglesia recaudará sus diezmos. Por lo tanto, sepa usted que ha disponer de un mínimo de 1.200? para lo imprescindible, y vea hasta donde puede estirarse lo superfluo. Nos hemos acercado lo imprescindible y necesario a la Funeraria Vivó (con acento en la o); don Ramón nos ha atendido con caballerosidad, prudencia y afable atención; ellos intentan ofrecer siempre un trato digno, acomodado a las circunstancias. Su expositorio es variado, rechazan cualquier tipo de excentricidades.

A pesar de su veteranía son incapaces de evitar la compasión; algo se revuelva en el interior de estas personas que, además de buenos profesionales, son de una humanidad exquisita. Y soportan la competencia de las aseguradoras, rozando los límites de la licitud, la disminución de las arcas en pro de las urnas (53 por ciento) la sustitución del entierro por las donaciones a la ciencia. Y los impagos. Los frecuentes impagos que ya son un capítulo a tener en cuenta.

Cuando no hay seguro que nos ampare se hace realidad aquello de no tener dónde caerse muerto. En época dominada por el consumismo, preferimos olvidar que cerca de nosotros existe la extrema pobreza; hasta que la cruda realidad se impone ante el hecho más involuntario: el fallecimiento. Solo, o sin recursos, al muerto solo le queda el ayuntamiento que ofrece desinteresadamente sus propios servicios. A principios del siglo pasado se llamaba "la Pepa" al carromato tirado por una mulilla. La denominación popular caída en desuso, y la sustitución de la mulilla por los caballos de vapor no menoscaba la trascendencia de la atención municipal; y ¡vive Dios! que nos preocupa; no vaya a ser que con su actual endeudamiento cifrado en 890.000.000 ? y en plena época de recortes, se vea obligado a suprimir tan imprescindible transporte y los concejales se encuentren en la necesidad de hacer el traslado a hombros hasta el río Ganges.

La tanatopraxia avanza en la evolución de sus modelos para satisfacer la vanidad de los vivos; hay ataudes que son auténticas obras de arte de la ebanistería, muestran gama de colores, los hay que incorporan bronces artísticos y cristales de Swaroski... Atentos a las tendencias; en Ghana hay una fábrica de ataudes representativos de los trabajos y aficiones de los difuntos. Con la foto, para la repisa del la chimenea o sobre del piano, en forma de macetero para que luzca en el jardín. Y el auténtico protagonista del acto, do quiera se encuentre, pensará ante el espectáculo que es mejor no resucitar para no morir dos veces e intercederá por nuestras frivolidades y faltas de respeto. Y que Dios perdone nuestros pecados.