A veces, cuando menos te lo espera, las cosas salen mucho mejor de lo esperado. Las exaltaciones de 2012 estaban marcadas por la austeridad y el escaso despliegue de medios. Echando mano a producto propio. Y, a la hora de hacer balance, hay que hablar de un éxito rotundo en composición y ejecución. Quizá, en el debe, la falta de emoción general. Poca gente, poca expectación. O menos de en anteriores ocasiones. Pero la materialización de ideas fue sobresaliente. Acabó la exaltación de Sandra Muñoz con mucha pulcritud. Faltaba ver en acción al mantenedor y Juan Morote, que llegaba sin suscitar un especial interés, pero que estuvo sobresaliente, destacando la cara oculta del cargo, los sinsabores y dolores que hay que ocultar cada mañana al levantarse.

Y ayer fue el turno de la infantil. Lo primero: Rocío Pascual también se apuntó a la tonalidad oscura. Un azul cobalto con el que Vives i Marí también exhibió su poderío sedero. No desmereció para nada en un cuerpo pequeño la exhibición de un color también atrevido. El dinero del ayuntamiento con los espolines quedó bien justificado. El espectáculo salió por la puerta grande. Un pequeño musical, cándido a raudales, pero efectivo como pocos han pasado por ese mismo escenario. Muchos duentes y muchos personajes Disney, incluyendo unos impagables ratones falleros, rematado con efectos de luz. Suficientemente intenso como para que se cumpliera uno de los objetivos más difíciles en este acto: que los niños estén pendientes de la música y el baile y no de sus nintendos. Al final, niños y mayores, incluyendo a la consellera Lola Johnson, acabaron bailando lo de la cuchara, el cucharón, el azucarero y el salero.

Recibieron Rocío y la corte sus bandas y llegó el momento del mantenedor. Quico Catalán hizo bien dos cosas. Primero, no asustarse, eso que le ha pasado a muchos antecesores. Segundo, conectar con el exigente público, tan tendente a perder la concentración. Le salió bien la jugada de nombrar a cada niña como si de un partido de fútbol se tratara y eso le permitió al discurso adquirir una intensidad que luego supo administrar. No quedaba para mucho más. Se hablaba de la ausencia de programas de mano por un error en su redacción (faltaba el nombre de dos niñas), de la fallera que la noche anterior sacaron del patio de butacas porque no iba con trajey peinetas, del mejor humor que tenía la alcaldesa en comparación a la noche anterior, de la satisfacción de ésta por el vuelo de las faldas... se vieron los excelentes fuegos de Vicente Caballer se cerró el ciclo brillantemente pese a su coste moderado. Ahora, las falleras ceden el protagonismo a los ninots, protagonistas el próximo fin de semana.

Menos invitados

El ayuntamiento también se va a apuntar a la austeridad en la semana de fallas. Según ha podido saber Levante-EMV, no se va a suprimir ningún acto oficial que vaya en detrimento del gran público, pero sí que se adoptarán recortes. Entre ellos, habrá una reducción en el número de invitados oficiales y también se aplicará moderación en los agasajos.