José Sierra

Valencia

A plena luz del día un barco amarra en el puerto de Valencia. En sus sentinas o en su carga lleva miles de polizones que escapan al control policial. Traen con ellos terribles enfermedades a las que son inmunes que acabarán provocando muchas muertes y exigiendo grandes cantidades económicas para combatirlos. No es una película de terror, pero se parece. Suelen ser insectos, aunque también pequeños moluscos o peces y muchos llegan para quedarse. Son las especies invasoras.

A veces todo es menos dramático. Alguien limpia un acuario, decide desprenderse de su mascota o planta en jardín la última moda en helechos. El resultado es igualmente desastroso. En ambos casos, la Albufera, tan próxima al cinturón de ciudades que la rodea y al puerto de Valencia está siempre en la primera línea de fuego frente a las invasoras, aunque resiste.

"La introducción de especies exóticas e invasoras es ya la segunda causa de pérdida de biodiversidad en el planeta. Algunas especies tienen capacidad para destruir ecosistemas enteros. Otras pueden provocar pérdidas millonarias", explica Juan Jiménez, jefe del Servicio de Espacios Naturales y Biodiversidad.

La Generalitat Valenciana ha creado una red de alerta temprana para detectar e intervenir rápidamente ante cualquier invasión. Sus vigías son los agentes medioambientales, biólogos, expertos botánicos o zoólogos y también comerciantes de mascotas o jardineros "a quienes hemos logrado involucrar en esta tarea", añade Vicente Deltoro, que coordina la lucha contra las especies invasoras en la empresa pública Vaersa. Gracias a esta vigilancia se ha logrado atajar a tiempo invasiones como la del jacinto de Agua, al que no se dio tiempo a fabricar semilla fértil, y se mantiene bajo control, a veces con la ayuda de los fondos europeos Feader, las poblaciones de galápago de Florida o del cactus "Cylindropuntia rosea". Sin embargo, las amenazas crecen y las zonas húmedas como la Albufera, un medio donde resulta difícil intervenir, son las más amenazadas. Cerca está el ejemplo del Delta del Ebro, con mejillón cebra, caracol manzana y ahora también el pez dojo procedente de Asia. Algunas plantas como la hierba de la Pampa (Cortaderia seollana) podrían ser el próximo enemigo a combatir, aunque la investigación en métodos biológicos (depredadores naturales) y en tratamientos convencionales no agresivos (nuevos herbicidas) ofrece resultados muy prometedores, según Vicente Deltoro.

A veces la suerte también ayuda. En mayo de 2009 fue detectada la Azolla filliculoides, un helecho tapizante, en una acequia de la Albufera. Dos semanas después su expansión parecía imparable y así consta en informes oficiales. Misteriosamente, cuando todo parecía perdido (la azolla puede cubrir por completo el lago impidiendo que entre la luz), la población de azolla decayó. Los expertos creen que la planta ha encontrado en la Albufera (o llegaron juntos) un depredador natural que ahora quiere identificar la conselleria para utilizarlo en su lucha contra la especie.