El concejal de fiestas, Francisco Lledó, se encendió literalmente. «Si quieren ponerse a protestar, y ponerse a silbar a los políticos, pues vale. Pero que insulten a la fallera mayor y al resto de falleras y les digan de todo no tiene nombre. Ni la alcaldesa quedaba ahí. Sólo ellas». Posiblemente por primera vez desde que la fiesta es fiesta, las falleras —falleras mayores de Valencia y cortes de honor— fueron blanco de las iras durante un acto oficial. En este caso, del centenar de manifestantes que fueron los que, en esta ocasión, se concentraron debajo del balcón una vez las multitudes se dispersaron y que, protestando por la toda suerte de males que sufre la sociedad, tomaron como blanco de sus iras a Sandra Muñoz, Rocío Pascual y las cortes de honor.

La película de los hechos es sencilla: al acabar el disparo, y una vez saludó el pirotécnico, el protagonismo a pie de calle lo tomó el reducido grupo de manifestantes, que empezó a lanzar las consignas que ya empiezan a ser habituales, a al vez que esgrimían libros de texto y cartones y folios con eslóganes (comparaciones entre el coste de la Fórmula 1 y el número de centros de enseñanza que se pueden construir a cambio, por ejemplo). Rita Barberá ya había abandonado la primera línea. La megafonía cambió la sintonía musical. En lugar de las canciones tradicionales (Paquito el Chocolatero o similar), sonó la pegadiza canción brasileña «Ai Se Eu Te Pego». Así, protestas y bailes se confundieron en el ambiente, mientras Sandra Muñoz, Rocío Pascual y las cortes bailaban sus acordes. Al acabar, las protestas arreciaron. El eslogan más repetido era un pareado que hacía referencia a la fallera mayor, advirtiéndole que las problemáticas políticas también le afectan, frases que algunos de los manifestantes acompañaban de palabras más subidas de tono, mientras otros las señalaban levantando el dedo corazón, gestos que también se dirigieron a todo aquel que osaba asomarse al balcón.

Se instó a las falleras a abandonar la primera línea y darse la vuelta para empezar la tradicional sesión de fotos con los invitados.

La concentración no parecía dispuesta a disolverse y aunque el número de manifestantes iba menguando, se mantenían impertérritos debajo del balcón incluso cuando había acabado la sesión gráfica y las falleras hacían tiempo para las últimas entrevistas de los medios de comunicación. Para entonces, el concejal ya estaba visiblemente enfadado e identificaba a los instigadores de la algarada. «Estos son los de Compromís. Joan Ribó está por ahí abajo. Como ha visto que el protagonismo se lo ha llevado Grezzie (Guiseppe Grezzie, asesor municipal, que fue identificado en medio del grupo que protestó el día 1) el no quería ser menos. Y como los de Compromís son antifalleros, que no pueden ni ver cuanto significa fallas, pues lo que tienen que hacer es insultar a las falleras. Y las falleras están por encima de cualquier reivindicación. No representan a ningún partido. Es una falta de respeto lamentable». Su asesor, Nacho Pou, no estaba menos indignado. «Las niñas preguntaban qué pasaba. Esto es una falta de respeto».

La protesta no remitió ni con la llegada de los servicios de limpieza que, dentro de su habitual repaso a la calzada llegaron a la zona de concentración. Ahí hubo un momento de tensión, en el que tuvo que intervenir la policía local para que los vehículos pudieran pasar justo por debajo del balcón. Esta particular forma de intentar disolver al ya entonces reducido grupo fue criticado ayer por la concejal socialista Pilar Calabuig.

La liturgia dice que las falleras abandonan el ayuntamiento por la puerta principal para dirigirse a los coches oficiales. Una salida que, normalmente, está acompañada por un pequeño pasillo de honor espontáneo. Las falleras salieron y cuando se dieron cuenta los allí reunidos (ya no pasarían de medio centenar), las siguieron a una distancia saludable. Eso sí, la fallera mayor no pudo ni detenerse para saludar a los admiradores que suelen concentrarse. Fue pararse Sandra un segundo y apremiarla a seguir andando.

Una vez se metieron en los coches, la protesta se disolvió y Lledó regresó al ayuntamiento. No sin antes volver a expresar su malestar. «Una cosa es protestar y otra la educación y el respeto. Querían esto: que se hablara de ellos y si para eso tienen que decirles de todo a las falleras, se lo dicen».