Julio Tormo no es un personaje clave en la fiesta fallera. Esos son Julio Monterrubio y cuatro más. Pero sí que tiene en su haber algunos estimables hitos y notas a pie de página. En los últimos días ha protagonizado una de las historias más memorables. Una transhumancia en tiempo récord que ha asombrado a los observadores de la fiesta.

Tormo fue el presidente de la falla King-Kong, aquel proyecto de falla ajusticiado por catalanista, que le valió no ya ser suspendido a perpetuidad como fallero, sino protagonizar la paradoja de que, mientras soportaba esa condena, el entonces concejal Enrique Real le encomendaba dar un nuevo giro al acto más barroco de la fiesta: la exaltación de la fallera mayor de Valencia, que sacó del Teatro Principal y a la que quitó la figura del mantenedor. Un trabajo que, además, le permitió ganarse la amnistía al acabar el Congreso Fallero de 1990.

Convertido ya en personaje televisivo, y previo monumental giro ideológico, se lanzó en el año 2000 a la aventura de constituir una nueva comisión de falla. Bajo la denominación de Prolongación Alameda-Av. Francia, este colectivo ha desarrollado bajo su presidencia una actividad bastante aseada, con monumentos falleros estimables y un censo superior a los 200 adultos.

Sin embargo, las desavenencias internas llevaron a Tormo anunciar en el llibret, y posteriormente confirmar, que abandonaba la comisión que él mismo creó para, en un giro sorprendente, aceptar la presidencia de la falla casi vecina, Menorca-Luis Bolinches. Incluso llegó a rumorearse que traía bajo el brazo a Carmen Martínez-Bordiu como fallera mayor.

El popular presentador, sin embargo, daba marcha atrás poco después. "creo que no tengo el perfil para estos jovenes entusiastas. No seré yo quien entre y deshaga lo ya consolidado". La consecuencia inmediata ha sido la última pirueta: hacerse fallero de Pizarro-Cirilo Amorós, junto con un grupo procedente de la primera de las comisiones. Una nueva etapa tras una semana trepidante.