La contaminación lumínica que emite Valencia y su área metropolitana «afecta gravemente a los parques naturales del Turia y de la Calderona» alerta Enric Marco, investigador del departamento de Astronomía y Astrofísica de la Universitat de València. Marco, que también es vicepresidente de la Agrupación Astronómica de la Safor (AAS), Ángel Morales, presidente de la Coordinadora en Defensa de los Bosques del Turia, y Joan Manuel Bullón, miembro de la AAS y uno de los fotógrafos astronómicos más reputados de España, presentaron ayer en la décima bienal de la Sociedad Española de Astronomía (SEA) que acoge Valencia el estudio que han realizado de la calidad del cielo nocturno de cuatro parques naturales de la Comunitat Valenciana y otras cuatro áreas estratégicas para la observación astronómica.

El informe recoge más de un año de mediciones de la brillantez o fondo de cielo nocturno en cuatro parques naturales —Turia, Calderona, Chera-Sot de Chera, Puebla de San Miguel— la comarca de la Serranía, la franja de la sierra turolense de Javalambre que separa el Rincón de Ademuz de la Comunitat, Castellfort y la Serra del Benicadell. Los datos recopilados muestran que «aún hay zonas oscuras, todas ellas muy alejadas de Valencia, que al tener una magnitud visual de 6,2 es posible observar las más de 4.000 estrellas que puede ver el ojo humano», apunta Marco.

Valencia es, según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, la ciudad española con las calles más iluminadas y, por tanto, la que más contamina lumínicamente por habitante (el doble que Madrid o Barcelona). Por ello, en los dos parques más próximos al «Cap i Casa» y su área metropolitana, el Turia y la Calderona, se localizan áreas con «una elevada contaminación lumínica donde sólo se pueden ver astros de magnitud 3 hacia arriba, unas 200», lamenta Marco. Esto, continúa, «supone que nos estamos perdiendo el 80% de las estrellas visibles».

En ambos áreas protegidas, además, se ha observado que los excesos en la iluminación fallera agravan la contaminación. Así, en el parque del Turia, el fondo de cielo nocturno se degrada en fallas en un orden de magnitud, lo que significa «que se reduzcan en 2,5 veces la cantidad de estrellas visibles», cuenta Morales. El impacto en la Calderona de la luz que vierten hacia arriba las instalaciones falleras «hace que se observe un aumento de la luminosidad en el zenit del 57%, que crece hasta el 151% a 45º de altura en dirección a Valencia», recalca.

Los investigadores, que han añadido a su estudio el subtítulo «donde la luz no sólo molesta a los astrónomos», alertan de que esta contaminación lumínica, «aparte de suponer un derroche económico, tiene un impacto medioambiental al alterar los ciclos vitales de las especies animales que viven en ellas».

Rotondas que refulgen en la noche

La sobreiluminación de las rotondas construidas por la Diputación de Valencia, como la de Beniatjar, tiene un gran impacto en el l Benicadell, donde llega la luz del alumbrado de Sueca y otros municipios de la Ribera, a más de 40 km.

Otra amenaza para las zonas oscuras —Castellfort, Javalambre y la Serranía— son, según Marco, «los destellos intermitentes de los pilotos blancos de los molinos de viento». Los astrónomos piden que sean luces sean fijas y de color rojo, que no degradan el fondo de cielo.