Rehabilitación Integral de Valencia. Eso es lo que significan las siglas del denominado Plan RIVA, un proyecto que implicaba sobre el papel rehabilitar centenares de viviendas, crear dotaciones deportivas, educativas y culturales, reorganizar el espacio, construir jardines, urbanizar calles y, en definitiva, dar una vuelta completa al barrio elegido para el proyecto. En Valencia hubo un RIVA en el centro histórico y el compromiso de otro en Russafa. El objetivo fue el mismo: poner freno a la degradación de la zona y ser escaparate y envidia para el resto de la ciudad.

El RIVA de Ciutat Vella arrancó en 1992 y transformó el centro histórico, a pesar de que aún quedan flecos sueltos como la rehabilitación de la muralla árabe y su entorno.

Sin embargo, el cambio que ha sufrido Russafa desde hace una década no es fruto de plan público alguno, sino de la iniciativa privada y el empuje de sus vecinos. El plan RIVA de Russafa ha sido un fracaso escenificado por el cierre, esta misma semana, de la oficina abierta para gestionar la iniciativa pública en la barriada; la regeneración de Russafa una realidad. En el barrio proliferan los estudios de artistas, galerías, bibliotecas convertidas en restaurantes, locales teatrales, cafeterías de diseño... Parece increíble que hace 20 años existiera una bolsa de marginalidad en estas mismas calles, hoy impregnadas de un ambiente «bohemio», gracias a la revitalización alternativa que han protagonizado sus propios vecinos.

Han sido los residentes los que, preocupados por su barrio, decidieron ponerse manos a la obra ante unas manifestaciones de España 2000 que «atacaban la multiculturalidad del barrio» y crispaban el ambiente. Ese fue el inicio de Plataforma per Russafa y colectivos similares. Por aquel entonces unieron sus fuerzas. Y en eso están. Tanto los vecinos de «toda la vida», como los artistas que han ubicado allí sus talleres, los falleros, los comerciantes, los inmigrantes, y hasta los negocios mayoristas.

Y es que nada queda de un plan RIVA que acaba de cerrar su oficina haciendo evidente su fracaso. Llegó a Russafa en 2005, con la promesa de ser, incluso, mejor que el de Ciutat Vella.

El Ayuntamiento de Valencia no escatimó en publicitar lo que la propia alcaldesa Rita Barberá, calificó, en 2007 como la «legislatura de Russafa». Las declaraciones las realizó en el mes de julio, el día de la apertura de la oficina que ahora ha cerrado sus puertas.

La propaganda del RIVA de Russafa, los estudios urbanísticos y económicos y hasta las infografías ilusionaron a los vecinos de un barrio que habían vivido la degradación de sus calles en primera persona.

Ahora bien, las espectativas se frustraron conforme los años fueron pasando y las inversiones no llegaban. Nadie decía nada. Nadie sabía nada de un plan urbanístico que no contaba con ejecuciones, ni con obras, ni con reformas o ayudas económicas. La urbanización de algunas calles es la única muestra visible de una planificación fantasma. Y la ansiada construcción del colegio previsto en la calle Puerto Rico la muestra de que la lucha vecinal es incansable. Y es que la reivindicación de un segundo centro educativo para el barrio ha sido la clave para unir de nuevo a colectivos dispares por un proyecto común.