Un breve paseo por el centro de la ciudad le sirvió para realizar un claro diagnóstico: "En Valencia el peatón es lo último en movilidad, aunque debería ser lo primero". Es la voz presidente de la Asociación Internacional de Viandantes, Ole Thorson, que ayer visitó Valencia invitado por Compromís.

El portavoz de la coalición Joan Ribó acompañó a Thorson durante la inspección ocular a una ciudad donde el viandante se mueve "inseguro" -en una Valencia "estrangulada" por el tráfico rodado- e "incómodo" ante las ubicaciones de los pasos de peatones y la falta de espacio en las aceras. Todo ello gracias a un diseño de ciudad que "no pensó, en ningún momento, en los desplazamientos a pie". "Habría que preguntar a cada vehículo de dónde viene y a dónde va, y por qué rechaza los trayectos a pie o en transporte público. Ahí tenemos la clave", aseguró. Sin embargo, añadió que "nunca es tarde para cambiar de modelo". O, al menos, para intentarlo.

El recorrido comenzó en la puerta principal del ayuntamiento y Thorson mostró su sorpresa ante una plaza "con una zona en medio, en desuso y a modo de rotonda, con vehículos aparcados". "Esto no ocurre en las grandes ciudades donde, en los alrededores del ayuntamiento en los accesos a los edificios principales, priman las zonas peatonales", aseguró.

Con sólo andar 300 metros, el experto en movilidad criticó el "robo" de espacio en las aceras que supone la ubicación de farolas, mobiliarios urbano, quiscos de prensa e, incluso, gasolineras. Por no hablar de los vehículos aparcados en la misma. "De entrada, hay que eliminar aparcamiento de coches y bajar de las aceras las motocicletas y el mobiliario urbano", añadió, tras defender espacios de 2,25 metros "despejados" para el peatón.

Frente a la Estación del Norte, afirmó que los pasos de peatones "deberían ser una continuación de la acera, y estar integrados en la misma y en alto", y lamentó que en Valencia "prime la estética urbana".

Sin embargo, no se mostró partidario de carriles bici porque sí, ya que "si el 80 % de las calles tuvieran como velocidad máxima los 30 km/h los ciclistas circularían por la calzada sin problema alguno y los carriles bici servirían para completar la red". Las vías de más de tres carriles le parecieron a Thorson "una aberración inaceptable" y "un verdadero peligro".