La historia de los leones del Jardín de Monforte tiene mucha más miga de la que podría parecer a simple vista. Esos dos leones de piedra blanca y ojos con pupila estuvieron a punto de convertirse en uno de los símbolos de Madrid y de la democracia, como informó Levante-EMV, aunque finalmente han quedado «relegados», si custodiar la entrada a uno de los jardines más bellos de la ciudad de Valencia se puede considerar un «encargo» de segunda clase. De hecho, pasaron varios años en los almacenes del Congreso antes de ser trasladados al parque valenciano.

Una de las personas que mejor conoce esta historia es José Ballester-Olmos, profesor de Paisajística y Jardinería de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). El experto organiza visitas guiadas al Jardín de Monforte y es uno de los mayores conocedores del bucólico enclave, situado junto al primer tramo de la avenida de Blasco Ibáñez. «Lo sé todo de ellos», explica Ballester-Olmos.

El profesor de la UPV indica que los leones «nunca llegaron a estar expuestos en el Congreso». «El arquitecto de la escalinata y las columnas del edificio los descartó durante la obra porque habían perdido la escala, eran demasiado pequeños», comenta. Todo parece indicar, entonces, que los leones se colocaron momentáneamente en el sitio que ahora ocupan los gigantes de bronce del escultor aragonés Ponciano Ponzano para comprobar el tamaño. Ahí, en la que debería haber sido su ubicación durante décadas, el arquitecto vio que a José Bellver, el escultor abulense de familia valenciana que los había realizado, le habían salido ligeramente más pequeños de lo esperado. Era 1859 y el segundo intento —antes Ponzano había presentado dos fieras de yeso pintadas de bronce que se estroperaron rápidamente— de colocar dos leones flanqueando la entrada al Congreso fracasaba.

Ese mismo año, las figuras de Bellver fueron guardadas en uno de los almacenes del Congreso y allí pasaron unos años, mientras en el exterior los diputados encargaban a Ponzano la que ya era la tercera tentativa de hacer que dos leones cuidaran del palacio. Lo consiguió en 1872, cuando los felinos surgidos de la fundición de cañones capturados en la guerra de África quedaron instalados donde están hoy.

Rescatados del almacén

Quién sabe cuánto tiempo podrían haber pasado los leones en el almacén si no hubiera sido porque la suerte o la casualidad quisieron que en 1864 el entonces senador vitalicio del reino Juan Bautista Romero, marqués de San Juan, se enterara de la existencia de las esculturas. «Uno de los diputados le dijo a Romero que iban a vender los leones», explica Ballester-Olmos. Al prohombre valenciano se le ocurrió una idea: podía llevárselos al «Hort de Romero», un jardín que había construido entre 1849 y 1850 en Valencia y que aspiraba a convertir en un referente romántico: el actual Jardín de Monforte.

Adquirió los leones por 3.500 pesetas de la época, tal como confirma Ballester-Olmos, y fueron colocados al momento en una de las puertas de Monforte, donde permanecen impertérritos. No hay constancia de que en el traslado desde Madrid hasta Valencia las obras sufrieran ningún percance. Las esculturas, realizadas con piedra blanca de Colmenar, se conservan en buen estado.

Ballester-Olmos explica que la figura del león no es baladí. «Querían que representara el imperio español», indica. Por ello se eligió a este gran felino, que además de representar la fiereza, la valentía, el honor y la dignidad, también, y por encima de todo para los intereses de los políticos del siglo XIX, el poder. Por ello, los leones de Monforte, aunque de tamaño mucho más reducido que Malospelos y Benavides, que es como se conoce a los del Congreso en el Madrid castizo, tienen una zarpa colocada sobre una bola que representa, como no podía ser de otra manera, la bola del mundo.

Además, los dos leones de Monforte miran hacia un lado cada uno, dependiendo de dónde iban a quedar colocados junto a las escalinatas del palacio de la Carrera de San Jeronimo. La idea era que el edificio proyectara esa imagen de poder y de magnificencia que representaban los leones y que pretendía evocar la fortaleza del imperio.

El hombre que creó el jardín romántico

Pocos datos hay de Juan Bautista Romero, pero los disponibles hablan de un hombre comprometido con la política de su tiempo —fue diputado en el Congreso y senador vitalicio—, así como con la situación de los más desfavorecidos. Compró los 12.000 metros cuadrados de lo que se conoció como «Hort de Romero» en 1849, y un año después concluía el que hoy se conoce como Jardín de Monforte. Á. S. valencia