La vida en la Terreta

"No me asusta el fuego, sino hacer fotocopias toda la vida"

Los bomberos se rebelan contra un reglamento que permite ponerles a desempeñar labores administrativas o mecánicas en el taller y anularles su vocación: salir a los incendios

Paco Cerdà valencia

A Rubén, el hombre que de niño siempre respondía "de mayor quiero ser bombero", nunca se le olvidará aquella cara. Acababa de entrar en el cuerpo de bomberos de Valencia y se metió en el incendio de una casa habitada por unos indigentes. "Yo estaba acojonadísimo, pero los saqué de allí con la ayuda de una máscara que conectaba el aire de mi botella de oxígeno con ellos, para que pudiesen respirar. No se me borrará jamás la manera con la que aquel hombre me dio las gracias. Me miraba como diciendo: "Puedes ser mi hijo y, aunque no me conoces de nada, me acabas de salvar la vida". Cuando te pasa eso, piensas que tienes el mejor trabajo del mundo", dice con orgullo en la mirada. Ahora, Rubén vuelve a estar asustado. Pero no es por las llamas o el humo, sino por algo más incontrolable: la burocracia.

En el parque de bomberos de Benimaclet el ánimo está encendido. Dos pancartas saludan al visitante: "Bomberos quemados"; "Rescatamos personas, no bancos". El enfado no es sólo por los recortes de paga extra, sueldo y vacaciones que han sufrido como todo funcionario (la Administración no distingue, a la hora de recortar, entre los trabajadores que se juegan la vida y los que no). El motivo de este polvorín laboral es un reglamento interno -todavía en fase de borrador- que permite asignar al bombero funciones administrativas, de telefonista, de operario en el taller mecánico... En definitiva, aquel trabajo que los mandos estimen oportuno para no tener que contratar personal externo.

Esa dinámica ya ha entrado en marcha en muchos casos. El destino se conoce como "la sexta sección" y significa la muerte profesional para la mayoría de bomberos. "La gente está muy quemada con este funcionamiento, porque te sacan del turno de guardia y te llevan a oficinas, al teléfono, a cambiar ropa en el vestuario o a cambiar el aceite de los vehículos en los talleres. Aquí todos superamos una oposición dura a nivel teórico y físico para ser bombero, y no para hacer fotocopias", precisa Julián, compañero del parque de bomberos.

En la sociedad acomodada actual, suena extraña la confesión que hace Rubén después de contar la historia del indigente que salvó. "Ahora mismo -desliza- lo que más me asusta no es el fuego, sino que me pongan a hacer fotocopias toda la vida o a cambiar aceite en el taller. Porque yo de ordenadores no tengo ni idea y, sobre todo, es que toda la vida he querido ser bombero".

El revuelo no se queda en las dos pancartas. Hace menos de un mes montaron la Asociación de Bomberos de Valencia, que ha recogido 270 firmas de bomberos (más de la mitad de la plantilla), ha pedido la dimisión de los máximos responsables del cuerpo y está haciendo presión para frenar el nuevo reglamento interno, "que sería pionero en España a la hora de convertir a los bomberos en chachas para todo", subrayan.

Están hartos de una situación que acaba afectando a la ciudadanía. "En los últimos años no han parado de hacer cosas a lo grande y de montar parques de bomberos e infraestructuras para tener el mejor ratio de Europa -que es el tipo de cosas que les interesa a los políticos-, pero luego no hay bomberos para llenar esos vehículos. Tenemos mucho material, muchos vehículos y muchos parques de bomberos, eso es cierto, pero no tenemos bomberos", alerta Julián.

"Falta de personal preocupante"

Y con el invento de la sexta sección, las cifras van a peor. Javier Amar, responsable sindical de los bomberos -y único protagonista que se atreve a dar su verdadero nombre por el temor a represalias-, es contundente: "Hace doce años protestábamos porque había 62 bomberos de guardia para toda Valencia; ahora hay 47 de media. La falta de personal es muy preocupante", advierte.

En el parque de Benimaclet, por ejemplo, están los miembros justos para una salida por turno. Y cada día hay "siete u ocho servicios de media": incendios domésticos, escapes de gas, fugas de agua, inundaciones por lluvia, gente atrapada en los ascensores, caídas de mayores que viven solos... Atender esas necesidades es lo que quieren los bomberos de un parque que lleva el nombre de Vicente Sivera, bombero asesinado en el año 2000 en un tiroteo del Cabanyal mientras trabajaba. "Esos riesgos los asumimos -dice Amar-, pero que no jueguen con nuestra vocación, que es nuestra vida".

Tracking Pixel Contents