Cuando alguien piensa en un "ninja" le viene a la cabeza un luchador oriental, vestido de negro, rápido, misterioso, que lanza estrellas y desaparece tras un bomba de humo. Y eso es exactamente un ninja, aunque detrás de estos mitos conocidos en Occidente por el cómic y el cine, hay cientos de años de tradición que viven y perduran en las provincias de Japón.
La Japan Week 2012 ha traído a uno de ellos a Valencia para mostrar al mundo los secretos de este icono nipón. Tamonosuke Ukita, de 27 años de edad, viene de Iga (Prefectura de Mie) y es un "ninja" de familia. Su padre, de hecho, es uno de los dos más famosos de Japón.
En los minutos previos a su exhibición en el Palau de la Música, Ukita explicó a Levante-EMV su experiencia. "A ser ninja -dice- no se aprende en las escuelas. Yo llevo aprendiendo desde los cinco años y me enseña mi padre".
El objetivo de estos guerreros no es luchar. Son una especie de "espías" cuya misión "es recoger información y salir con vida cuando son descubiertos". Su medio natural son los tejados y en su huida, camuflaje o desaparición utilizan cualquier medio a su alcance: ropa, humo y en caso extremo sus armas, que son las famosas estrellas y una "pequeña hoz" que recuerda, según explica, que la mayoría de sus antepasados "eran gente de campo".
"Nuestro objetivo siempre es escapar. Si luchas y te matan, la valiosa información que tienes no llega a su destino, por eso el ninja siempre piensa en ganar sin luchar", explica Ukita, quien asegura que si desaparecer es imposible, no lo es "huir, evadirse o simplemente que no te vean".
La época dorada de los guerreros ninjas se sitúa entre el 1500 y 1600. Una guerra que tuvo lugar en 1630 es una de las últimas en las que participaron y desde entonces, a más paz, menos necesarios se fueron haciendo.
Ahora su técnica ya no tiene una utilidad práctica, pero el "Ninjitsu", que es la lucha y arte escapista del ninja, se sigue enseñando para promocionarlo y evitar que se pierda. En su provincia sólo hay cuatro ninjas contándolo a él, porque "aunque hay muchos otros de sangre, son muy pocos los que lo practican", dice.
Personalmente, Tamonosuke Ukita se siente muy orgulloso de sus condición. "Para mi es un regalo, es el tesoro que me ha dejado mi padre y eso lo llevo en el corazón. Le doy gracias a mi padre por haberme pasado esta tradición", afirma.