Aunque por su degradación y estado de abandono no lo parezca, el Casino del Americano es el edificio que inspiró el señorial Palacete de los Pescara de la céntrica calle Pintor Sorolla. La que fue residencia de los marqueses de Pescara ha sido restaurada bajo la dirección del prestigioso arquitecto Rafael Moneo por la entidad bancaria que la adquirió en los años 60 del siglo pasado.

Distinta suerte para dos edificios «gemelos» que «hablan el uno del otro» y que representan uno de los pocos ejemplos de arquitectura indiana en Valencia. Así lo explica la historiadora valenciana Ana Mª Reig en un estudio publicado en el Boletín Castellonense de Cultura que arroja luz sobre la historia del Casino del Americano. La historiadora llama la atención sobre el lamentable estado del casino, propiedad del Ayuntamiento de Valencia y destinado a dotación de barrio dentro de la ampliación del Parque de Benicalap.

Se denominan villas indianas o de americanos a las residencias de emigrantes españoles que se fueron a hacer las Américas y volvieron enriquecidos. La característica general de estas viviendas, que en regiones como Asturias, Cantabria y Galicia son muy abundantes y representan un reclamo turístico, son grandes dimensiones, profusamente decoradas y rodeadas de jardines exóticos con abundante vegetación tropical.

Reclamo turístico

A diferencia del norte de España, en Valencia no existió una significativa corriente migratoria, «de ahí la importancia de conservar y valorar las pocas villas existentes», incide Ana Reig.

Investigando en la historia del casino, bautizado originalmente como Quinta Nuestra Señora de las Mercedes, Ana María Reig ha descubierto su conexión con el Palacio de los Pescara, una réplica del primero pero en versión urbana.

El Casino del Americano fue construido por el maestro de obras ondense Manuel Piñón en 1869 por encargo de Joaquín Megía, un militar español destinado en Cuba casado con Mercedes González-Larrinaga, una rica habanera cuya familia amasó fortuna con el cultivo de caña de azúcar. Al retirarse del ejército y coincidiendo con una época de convulsión política en Cuba, Joaquín Megía y Mercedes volvieron a España, junto con Jacinto Gil de Avalle, hijo del primer matrimonio de Mercedes y se asentaron en Valencia por su similitud con el clima tropical.

El indiano compró en 1868 tres hectáreas de huerta en Benicalap, donde hizo construir una villa en el campo para que su mujer se sintiera como en su Cuba natal.

La residencia, explica Reig, «causó un fuerte impacto en la sociedad valenciana y fue objeto de comentarios en las publicaciones de la época». De hecho, la investigadora localizó en la revista semanal «El Artífice» el plano de la planta y la fachada principal del casino del año 1869, cuyo esquema se siguió 24 años más tarde en la construcción del Palacio de los Pescara.

Ángeles Grau Tamarit, viuda de Jacinto Gil de Avalle y nuera de Mercedes y Joaquín, le encargó a Peregrín Mustieles la construccion de una residencia urbana parecida a la que construyó Piñón para sus suegros en la huerta de Benicalap.

El edificio se levantó sobre una de las propiedades de la familia en el entorno de las calles Pintor Sorolla y la plaza de las Barcas. Al tratarse de una residencia urbana debía sujetarse a las normas de policía urbana establecidas en la ciudad. Una de las diferencias más notables entre ambas residencias es la existencia de entresuelo en el palacete de Pescara, espacio que se reservaba en las viviendas urbanas al servicio. En la parte posterior del palacio de Pescara, al igual que en el casino, Mustieles construyó un patio cerrado con una verja, donde ubicó las cuadras de los caballos.

La fachada que da a este patio está flanqueada por dos torretas, que también aparecen en el plano del casino. En 1906, Ángeles Grau mandó construir una galería de hierro y cristal entre estas dos torretas, elemento característico de las villas de indianos.

Inspirador del palacio de Ayora

El edificio pasó a conocerse como Palacete de Pescara cuando la nieta de Ángeles Grau y Jacinto Gil de Avalle —cuarta generación de la familia llegada de la Habana—se casó con el marqués de Pescara, cuyos herederos fueron los últimos propietarios antes de que el edificio se convirtiera en los años 60 del siglo pasado en sede de Bankinter.

Jacinto Gil de Avalle y, posteriormente, su hija Ángeles Gil de Avalle —nieta de Mercedes y Joaquín— fueron los siguientes propietarios del casino. Ángeles se casó con Juan Igual Garrigós, pero no tuvo descendencia y vendió la propiedad en 1941 a Plácido Navarro Pérez, industrial valenciano, al que el ayuntamiento expropió hace unos años el casino.

La investigadora Ana Reig asegura que el palacete de Ayora, proyectado en 1899 por Peregrín Mustieles, está considerado como un edificio a caballo entre el tipo más lujoso de casino y el palacete urbano. Este edificio fue construido 30 años después que el casino del Americano por Mustieles, un maestro de obras que conocía muy bien el casino por su relación de amistad con la familia Gil de Avalle, a quienes construyó el Palacete de Pescara.

El Palacete de Ayora fue incoado monumento histórico-artístico en 1982, mientras que el casino del americano «vive la agonía del abandono y la desidia», destaca Ana Reig.