La entrada de un perro infectado por la enfermedad del moquillo, mortal en perros que no han sido vacunados, el pasado fin de semana en la perrera de Benimàmet ha dado lugar a una epidemia que ha obligado ya a sacrificar a 11 perros contagiados y a cerrar el centro para evitar su propagación.

El problema parte de la falta de medios a la que se enfrenta el personal de la perrera, que se ha visto reducido a la mitad en los últimos meses, según explicó ayer su director, Orlando Arastey.

Por esta razón, aunque lo ideal sería realizar un test "al menos de las enfermedades más peligrosas" a los animales que entran al centro, los trabajadores sólo pueden hacer una "revisión ocular". En el caso del perro que inició el cotagio, no presentaba síntomas visibles y fue aceptado.

Para evitar extender la enfermedad, la perrera municipal, gestionada por Modepran, ha cancelado el servicio de adopciones de perros, así como la aceptación de nuevos animales y la realización de operaciones hasta que haya remitido el brote.

Para los trabajadores del centro, el trabajo en estas condiciones se multiplica. El uso de cubetas con agua y lejía en las que mojar los pies al pasar de una zona a otra o la realización de varias desinfecciones al día son algunos ejemplos.

Para los perros no infectados, la principal consecuencia es la reducción de su calidad de vida. Y es que el no poder salir de paseo como solían hacer provoca en ellos altos niveles de estrés.

El centro está llevando a cabo una campaña para solicitar la ayuda de asociaciones, protectoras o personas que quieran colaborar. Han conseguido así que una asociación done 200 vacunas contra la enfermedad que serán inoculadas a los animales.