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"Lo de menos es el agua en sí. Lo más importante es la fe con la que nos la bebemos". El día de Sant Vicent Ferrer, los actos en honor al patrón están programados y organizados con rigor para que todo salga perfecto. Sin embargo, existe una tradición que no aparece en los programas de actos ni en los folletos explicativos y que, sin embargo, se repite año tras año: ir a beber agua al pozo de la casa natalicia del santo.

Y es que este agua es "milagrosa" o al menos, "eso dicen". Es más, un panel cerámico hace constar, al menos, un hecho concreto, que argumenta que, milagrosa o no, ese agua es especial. Ocurrió en 1854, cuando una epidemia del cólera morbo contaminó todos y cada uno de los pozos de agua con los que se abastecía la ciudad.

Sin embargo, el pozo de la casa natalicia de Sant Vicente Ferrer, permaneció intacto y sirvió par suministrar 159.976 cántaros de agua, de los que 45.900 fueron transportados en ferrocarril.

Los vecinos de la ciudad conocen la tradición y tal día como ayer, el vestíbulo de la casa natalicia -que antiguamente era un patio descubierto y que tiene el acceso por la calle del Pouet- era un ir y venir de vecinos y devotos dispuestos a hacer cola ante cualquiera de los cuatro grifos por donde cae el agua en una ancha pila de piedra. Todos bebieron, algunos guardaron el agua en recipientes de plástico para llevársela a casa y los menos, se mojaron la cara, o las manos, o alguna parte del cuerpo que querían proteger o que les dolía.

De abuelos a nietos

Cayetano, con tan solo dos años, bebió obediente de la fuente a la que se abuela, Pilar, lo había llevado por primera vez. "Para que Sant Vicent lo proteja", explicó Pilar, mientras su hija, Belén, la miraba con una sonrisa. "Tenía ilusión de traer aquí a mi nieto", añadió. Cerca de ellas se encontraba Carmen Mas, vecina de Benicalap y devota de Sant Vicente Ferrer "de toda la vida". Ella bebió agua y se mojó las manos. "Y no me llevo agua a mi casa porque no he traído ninguna botella, que conste", bromeó una de las amigas de Carmen. Y es que el vestíbulo de la casa natalicia tuvo ayer un gran trasiego de gente, a excepción de las más de dos horas que duró al ofrenda floral, único momento del día donde se cortó el suministro de agua para evitar, precisamente, que el desfile se demorara en exceso por el parón "obligado" de los participantes en la fuente. Sin embargo, el pozo del agua "milagrosa" dejó de manar en 1975, cuando se cortó la vena de agua que lo surtía mientras se construía un edificio en la actual plaza de Tetuán. A partir de entonces el agua procede del suministro general de la ciudad, pero a nadie le importa este hecho ya que "lo de menos es el agua en sí. Lo más importante es la fe con la que nos la bebemos".