María Seguí, directora general de Tráfico, ha revolucionado el mundo de la bicicleta introduciendo en el nuevo Reglamento General de Circulación el uso obligatorio del casco también en ciudad. Su propuesta llega, además, en un momento de clara expansión de este medio de transporte en todas las ciudades y muy concretamente en Valencia, donde se calcula que puede haber 200.000 usuarios. De ahí que el asunto no haya pasado desapercibido y muy al contrario haya generado una fuerte polémica, porque los ciclistas están en contra y cuentan con el apoyo de los ayuntamientos, entre ellos también el de Valencia.

Asumiendo la premisa de que no hay una sola medida de prevención que sea bien recibida por todo el mundo, María Seguí esgrime como principal argumento de su propuesta la seguridad. Los datos dicen que el 20% de los ciclistas muertos o heridos en carretera y en ciudad han sufrido una lesión craneal. Y hay más de 150 artículos, recordaba la máxima responsable de la DGT, que defienden el incuestionable beneficio del casco.

Pero la discrepancia no va por ahí. Nadie duda de que el casco protege, pero hay otras consecuencias que equilibran la balanza en este sentido e incluso la inclinan a su favor.

Antonio Llópez es miembro de la asociación Valencia en Bici y está claramente en contra del uso de esta prenda en ciudad. «La mayoría de los accidentes son por colisiones con coches y en eso el casco tiene poca efectividad», dice. Las estadísticas, por otra parte, «demuestran que después de diez años de uso del casco en carretera no ha bajado la siniestralidad», recuerda Llópez, que asegura que en Europa, donde no es obligatorio el casco salvo en Finlandia y Eslovenia, hay menos muertos y heridos que en nuestro país.

Lo más determinante, en cualquier caso, es que «en mis treinta años de usuario de la bicicleta nunca he tenido la sensación de necesitar protección», dice. «La bici es segura, el riesgo lo ponen los vehículos, por tanto ahí es donde hay que incidir, convivir con ellos en un sistema de ´tráfico tranquilo´ o vivir segregados». Es más, cree que si desaparecen ciclistas por este motivo, se impondrán los vehículos a motor y la siniestralidad crecerá más por este otro lado.

Comodidad

El otro argumento de los ciclistas es el de la comodidad-operatividad y la incidencia negativa en el servicio de alquiler de bicicletas. Llópez no cree que la gente esté dispuesta a ponerse el casco que se haya puesto otro y entiende que lo del casco desechable costaría demasiado dinero. «Es incompatible con Valenbisi», advierte.

Y para el usuario privado «es una molestia». «No veo yo a la gente con el casco para arriba y para abajo, además de que es superfeo», puntualiza.

También el concejal de Circulación y Transportes del Ayuntamiento de Valencia, Alberto Mendoza, se opone a la medida ideada en el ministerio, que, dicho sea de paso, es una discrepancia dentro del Partido Popular. Su principal preocupación es el perjuicio que puede causar al servicio de bicicletas de alquiler, servicio que tiene en concesión la multinacional francesa JC Decaux con más de 100.000 socios. En Nueva Zelanda o Israel, donde se adoptó esta medida, ha caído esa prestación hasta ser minoritaria, afirma.

Mendoza entiende que «en una ciudad como Valencia, bien asfaltada y bien iluminada, donde se avanza en las calles 30, llevar casco no da un gran plus de seguridad». Por el contrario, se perderían usuarios de Valenbisi, añade el concejal, que asegura que al proteger este servicio no se intenta proteger un negocio „«El ayuntamiento no gana nada con ello»„ sino proteger un uso, el de la bicicleta.

Su propuesta, por tanto, incluida en las alegaciones que ya ha presentado a la DGT, es que el casco sea recomendado pero no obligatorio. Sólo los niños, hasta 12 años por ejemplo, deberían llevarlo necesariamente, pues «son caídas a baja velocidad, con vuelco lateral, y ahí es donde está el peligro», especifica.

A la caza del negocio

Ahora toca, pues, encontrar un punto de acuerdo entre una y otra parte, modular propuestas o aplicarlas con toda contundencia hasta que, como ha ocurrido con el casco de moto o el cinturón de seguridad, la población termine aceptándolo e incorporándolo a su rutina diaria.

Y por si ese momento llega, ya hay empresas que trabajan en soluciones intermedias que aunen seguridad y comodidad. También estética. Sin ir más lejos, un grupo de ingenieros valencianos, en colaboración con el Instituto de Biomecánica de la Universidad Politécnica de Valencia, ha diseñado un casco que se plega y reduce su tamaño a la mitad, de tal forma que puede guardarse en un bolso o una mochila. Ya veremos.